En Mis Sueños.

Cuando te contemplo allí en mis sueños, con tu cara en la almohada y esa expresión de luz feliz en tus ojos, sobre el oleaje revoltoso de las sábanas, me das camino a la contemplación y no al sueño.

Me tienta poner los dedos en tus labios, me tienta amar lo que estoy viendo, lo que amo.

Tu forma de estar, hombre y casi niño, tu respiración tan limpia que es suspiro, y llega casi al beso.

Mientras, yo te estoy acompañando, levántate que ya casi clarea y no puedo estar soñándote noche y día.

Quiero que mi cuerpo sea para ti, el primer surco del día, cuando la luz impulsa desde arriba, despierta los oráculos del sueño y me camina y antes que el paisaje, vayas dándome figura, así una mañana y otra, antes y después que nadie.

Siempre me miras a los ojos, te empeñas en mirarlos buscando quizás una mirada segura y provechosa que hace pura la vida con misteriosa cercanía, veo en tu mirada la contemplación viva que transfigura e ilumina la mía, al hacerlo pienso… los labios roban, los ojos imploran.

Mi mirada mientras pasea por la tuya, quisiera herirte bien, con su limpia quietud, con esa sencillez emocionada llena de alegría y asombro buscando realidad.

Y veo, veo lo que se espera, lo que se sueña, quizás cuando todo se vaya, quedará esa mirada que pidió y dio sin tiempo.

No se que verás detrás de mi mirada, pero para translucir en ella hay que elevar el cuerpo, la vida entera, entrando en ella, hacia esa luz tan misteriosa y sencilla a la vez, tan verdadera, porque los ojos no mienten, en los míos relucen en cada momento lo que sienten, lo que quieren.

Quiero que pasees mis ojos por el camino ancho de tu memoria, que guardes mis versos en tu cuerpo con rumor de caracolas y cuando los sientas un día, recibas una ráfaga de trigos y amapolas.