Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

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viernes, 1 de junio de 2007

A un PoeTa

En cierta ocasión un joven de19 años, de
mirada inteligente, cuerpo altivo y delgado, voz de
barítono africano, manos de aristócrata, se subió en
la silla de las confesiones y balanceándose como un
metrónomo, después de colocarse un espejo oval como
máscara, se puso a recitar un largo poema. Era Enrique
Lihn. Ya a esa edad estaba habitado por el genio de la
poesía. Su talento despertó en mí una gran admiración.
Obtuve por unos amigos comunes su dirección y fui a
buscarlo a la casa donde habitaba con sus padres, en
el barrio Providencia, que en ese entonces era
considerado como muy alejado del centro de la ciudad.
Las calles estaban bordeadas de frondosos árboles y
las casa eran pequeñas, de un solo piso, con patios
donde crecían árboles frutales. Nervioso, hice resonar
la mano de cobre que servía de llamador en la puerta.
Me abrió el poeta. Con el ceño fruncido, gruñó:

- ¡Ah, el organizador de fiestas! ¿Qué quieres?

-Quiero ser tu amigo.

-¿Eres homosexual?

-No.

-Entonces, ¿por qué quieres ser mi amigo?

-Porque admiro tu poesía.

-Comprendo, yo no cuento, lo que te interesa son mis
versos. Entra.

Su cuarto era pequeño, su cama estrecha, su armario
enano. Sin embargo aquello estaba convertido en un
palacio: Lihn, con letras menudas, llenas de ángulos,
había cubierto las paredes y el techo de poemas.
También los postigos y los cristales de la ventana,
los muebles, la puerta, las tablas del suelo, el
pergamino de la lámpara. Y a esto se le agregaban
montones de hojas manuscritas, versos cubriendo el
blanco de los libros; billetes de tranvía, boletos de
cine, servilletas de papel, conteniendo a duras penas
sus versos. Me sentí sumergido en un compacto mar de
letras. Donde posaba mi mirada surgía un canto
torturado pero hermoso.

-¡Qué lástima, Enrique, esta obra
maravillosa se va a perder!

- No importa: los sueños también se pierden y nosotros
mismos, poco a poco, nos disolvemos. La poesía, sombra
de un águila que vuela hacia el sol, no puede dejar
huellas en la tierra. La oración que más complace a
los dioses es el sacrificio.

Relato de un Poeta sobre otro Poeta.

La nobleza del Corazón y la sencillez.

2 comentarios:

  1. Que no se pierdan los suyos
    déjelos por el bien del mundo
    por el bien de las almas
    salve su poemas, sus prosas
    del olvido
    que quede siempre en los corazones
    buenos.
    Su admirador,
    y lector eterno
    eso espero...

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  2. Que no se pierdanno, que no se pierdan, que siga escribiendo gaviota y nos deleite con sus poemas su sentir y sus historias.
    Un beso.
    Julia.

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