Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

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martes, 28 de agosto de 2007

Antonio Puerta.



Sevilla suspira toda por la inquietud que la llena, por todo el aire se escucha la pena que se eleva hasta los cielos, y en el cielo azul se mezclan con las lágrimas de asombro de ojos que te contemplan. Una lluvia de lamentos y de llantos que no cesan, de una impotencia de brazos con unas manos que tiemblan. Palomas surcan el aire donde cada domingo los vítores vuelan, una lágrima de todos moja las escaleras, atravesando el estadio y la amargura que espera. Todos tus compañeros y el pueblo te vela, solo mirarles las caras, el corazón se acelera y una irresistible lágrima hasta nuestros labios llega. En este frágil silencio, nos invade el fuego interno que en tantas personas arde, desbocando sentimientos. Vomita el estadio gente, y llantos y hasta los ruegos, lluvia son todas las pupilas que hasta ayer jugar te vieron, el río humano se extiende, nadie puede creerlo y el aire se hace de pena denso y se impregna de olores de ternuras y lamentos, y en todos los rincones se adivina el desconcierto. El instante se agoniza mientras a espaldas se quedan recuerdos, de banderas multiclores y unas notas que se alejan, tu cuerpo se nos ha ido deportista, pero tu alma en el Sánchez Pizjuán queda, hasta siempre Antonio Puerta.


El joven salió desde el banquillo y con su zurda anotó un golazo ante el Schalke 04 que metió al equipo en su primera final en 44 años e inauguraba una racha triunfal en los cien años de vida del club. La dedicatoria no podía ser para otra persona: mirando al cielo Puerta compartió el éxtasis con el abuelo que le había inculcado el amor a esos colores. Era noche de Feria en Sevilla y desató la locura en su ciudad.

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