Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

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miércoles, 16 de enero de 2008

Ella

Ella.

Fue una muchacha que me enseñó canciones,

una bocanada de brisa azul y fresca

aposento de amor suave y libre

como el alucinante paso de las gacelas.

Tenía su aposento en la dulzura

hasta los pájaros se posaban en su trenza,

a golpe de amor convertía en azúcar

todo aquello que sus pies tocaba en las aceras.

Tenía la costumbre de cantarme entre su pecho

convertía en silencio el dolor y la pena,

sabía del vuelo azul de las gaviotas

hacía melodía del zumbar de las abejas.

Era una muchacha alegre

conocedora de poetas y mareas

bailaba como una espiga al son del viento,

blanda y firme como la dulzura de las fieras.

Me dejó la niñez eternizada

con mis risas girando en las veletas

me contaba cuentos bajo el olor a dalias,

me prendía el vuelo de las luciérnagas

en mis sandalias.

Aquella muchacha es mi madre,

cuando era fuerza y adolescencia,

la contadora de historias en verano

bajo la tenue luz de los astros.

Tras su mirada el mundo casi no era este mundo

incorporado a una pura zona de estrellas,

era ella, ella era, la mejor madre joven y vieja

hecha de carne y éter, bella como la primavera.

A mi madre con el amor que me dio y con el mío muy superior.

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