No pudiste hundir tu lengua
en mi boca de prisma
y te quedas atrapado
a medio paso,
de mis labios,
he cerrado los ojos
para cubrirte
con la hiedra morada
del aleteo de mis pestañas,
retiré mis manos
cuchillos romos
de la geografía imprecisa
de tu espalda,
deshice el nudo del tentáculo
de mis piernas largas
que despedazaban tus sábanas,
volví a mis pasos,
convencida, y hundí mis dientes
de espigas metálicas
en el vientre del olvido,
hace tiempo que soplas vientos
de miedos y de engaños,
esos que apagan los sueños,
que hace tu soledad aún más afilada,
y el recuerdo más difuso,
viento que sopla y ahoga
las ilusiones más tiernas,
ilusiones que mordían tu garganta,
y escarban en tu oído,
te estrangulan y te cansan,
demasiada sensibilidad la mía,
para cambiar la cálida brisa
por ese viento indescifrable,
de tantos enigmas.
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