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La Tierra

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miércoles, 10 de septiembre de 2008

Veldino_ mi Perro Fiel.

Desde pequeña siempre he podido comprobar que el perro es muy amigo del hombre, y tiene mucho en común con él, solo le falta la voz, pero solo a veces pues muchas otras veces, sobran las palabras.
En casa de mis padres siempre hubo perros, fieles compañeros que han cuidado de mí.
Hasta que yo recuerdo siempre. Mi primer perro se llamó Veldino, era dorado, grande, responsable y tierno, me quiso tanto como yo a él.
Fue un perro de esos que llegan a tu puerta sin llamar, un día llegó a la mía y se quedó, me lo encontré sentado en sus patas traseras y expectante a que alguien saliera y sin saber que estaba allí salí yo, nos miramos unos segundos en una vista general, después a los ojos, los míos se llenaron de alegría y le dije: qué estás haciendo aquí? Aver dame tu mano y preséntate, yo soy Carolina, y empecé a llamar a gritos a mi padre para que me dejara quedarme con él, sólo tenía 8 años, pero al mirarle a los ojos recibí todo un discurso sin voz: “Yo guardaré”, yo soy como el guardián del bosque, si me dejas quedarme en tu casa seré tu guardián, conozco todos los silbidos, todos los silencios, los ruidos, sé cuando la abeja vuela, y cuando canta el grillo, si viene el picaflor y si los caracoles suben por los troncos de los árboles, sé quien canta por el camino y quien llora y ladro a las almas oscuras como le lamo las manos a las almas blancas, soy intuitivo, si me dejas entrar en esta casa contigo, me tenderé a tus pies y te lameré eternamente las plantas. ¡Ah amigo Veldino, mi perro fiel, te quedaste y cuidaste durante mi adolescencia de mi, con mimo y celo, como un auténtico guardián, me ibas a esperar a la puerta del cine de verano en las noches estrelladas que rezumaban olores de jazmines y azahares, me esperabas en las oscuras tardes ahogadas de lluvia sin moverte del sitio aunque te empaparas, me llevabas al colegio, me recogías y me defendías hasta de las bromas de mis amigos y las riñas de mis padres, delante de ti, nunca nadie me podía ni siquiera mirar mal. Un día al salir del colegio no estabas allí y mi corazón dio un vuelco de angustia, no podía ser, algo iba mal, al llegar a casa, mis padres lo habían encontrado muerto, lo habían envenenado, y después de que mis ojos se secaron de lágrimas por la muerte de mi abuelo, de nuevo los torrentes de agua salada manaron de las cuencas de mis ojos durante mucho tiempo, lloré sin consuelo, colgué su collar en el tronco de la parra de mi patio, lugar donde nos sentábamos a jugar y a charlar, si porque tú y yo Veldino charlábamos en contra de lo que pudieran creer o no, y grabé tu nombre en aquél tronco y te llevé a la parte baja del jardín, en medio de un campo de violetas que después olía a ti…
Un día dejé de llorar, el día que entraste en la inmortalidad… Después tuve otros perros como Thais, Astro, Bruno, Chato, a los que quise mucho también, pero Veldino, Tú no fuiste un perro más…¿ en qué lugar de la memoria o de tu alma o desde donde quiera que estés estaré yo? Quizá recuerdes que hubo una niña dulce, pequeña, tierna y traviesa rubia y rizada, que un día te puso un collar con tu nombre y dejé que lamieras mis pies…

3 comentarios:

  1. Interesante blog, amén de amena estampa. Me iré pasando a comentarte textos. Un saludo.

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  2. Ese perro aun esta con tigo, desde otra dimencion !!! El te ve y aun te quiere !!

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  3. ~~~~
    Ternura sin fin en tus palabras. Perder un fiel compañero, es igual a perder el mejor amigo! Recientemente, sentí una pérdida igual, compañero de muchos viajes. Doloroso!

    Beso, Karol...ina!
    ~~~~

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