Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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La Tierra

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lunes, 27 de octubre de 2008

La Pena Honda 2.

La PeNa HonDa II.

Aquella noche mi tía estuvo largo tiempo conversando con Marcelo, yo me esforzaba por no delatar mi intrigante curiosidad, y por deshacerme de la conversación que mi padre se empeñaba en inculcarme sobre los estudios que debiera comenzar el próximo curso.
Me explicaba muchas cosas que me resultaban difíciles de ordenar en un discurso, mi atención no era del todo para él.
La cena estuvo muy entretenida, mi madre encantadora y servicial, mi padre amable y cordial y mi tía solícita, raro en ella (sin hablar), solo tenía oídos para escuchar, mientras Marcelo, echaba brillos de lágrimas por sus ojos velados por la pena honda que parecía expulsar con sus palabras, imaginé que posiblemente le contara su historia, esa que no podía ni contar.
Llegó un momento de la noche que mis hermanos hartos de enredar fueron mandados a la cama sin rechistar y temí que mi padre hiciera lo mismo conmigo, pero me dejó un rato más.
Al día siguiente mi tía andaba como una leona despeinada, triste llorosa y silenciosa, parecía que una pena honda le acabaran de contagiar, me miraba con el rabillo del ojo, temerosa de lo que pudiera preguntar, sin hacerlo, me dirigí a comprar el pan tierno y los churros para desayunar, antes de salir me asomé al patio, el otro patio, el vecino, estaba solitario, y dirigí una mirada ansiosa a la extensa línea de playa. Recortado entre espumas a sus pies, andaba Marcelo, inmutable con su acostumbrado andar lento y sin ganas, todo seguía igual.
Entonces decidí cambiar de tarea a esas horas de la mañana, y pedí a mi madre que fuera mi hermana a comprar, me recogí el pelo en una coleta y me dispuse a hacerme la encontradiza con mi incógnita al que ya apreciaba con rara intensidad, ya no solo era curiosidad, su aura me había soltado la ternura adolescente, esa que cuando se da, es difícil de recuperar.
Me acerqué temerosa de no ser bien recibida en su buscada paz, y en un susurro pregunté- buenos días profesor, ¿ le importa que le acompañe?
Con un gesto, se limitó a decir,- date prisa, va a llover- me puse a su lado y caminamos sin que ya nos importara a ambos que cayeran pequeñas perlas transparentes que nos refrescaban la cara, las manos, y caían sobre los labios que yo me apuraba a beber, el silencio era largo y denso, traspasaba mi encendida ansia de preguntar y sin pensar, -supongo que debido al atrevimiento de mi edad- pregunte:
-Profesor, ¿qué pena tan grande ahoga su mirada? creo que es desmesurada.
Inmediatamente sentí el rubor en mi cara, ni siquiera las gotas de cristal me refrescaban, debí ponerme enormemente colorada, pues el me miraba las mejillas, como soy tan pálida y blanca, se me notaba mucho haciendo un efecto extraño.
Reinó el silencio, no pude sacar una sola palabra de sus labios, pero vi, como le brillaban los ojos y le temblaban las manos que las tenía entretenidas en hacer mil cabriolas con una pequeña caracola, entonces proseguí, - señor, quizás yo sea una joven curiosa a sus ojos, pero no es así, debo confesar que al principio si, me inspiraba una curiosidad extraña movida por otro sentimiento, pero ahora, me da mucha pena, incalculable pena, la tristeza también incalculable que ronda su mirada y su apariencia, supongo que algo muy grande se la habrá provocado, sé bien de esa pena, honda que aletarga, se la noto en su mirada, la misma pena que la mía alberga en demasiadas ocasiones para mi pronta edad, entonces supe que ese día no hablaría, y fui yo quién empezó a hablarle de mi abuelo, de su muerte, de mi ira, de mi soledad, del efecto que me había producido cambiar de lugar de residencia, de mi niñez, de mis padres y así un día y otro, y otro día, ya me conocía, me leía, claro yo era una niña y él debería tener unos 34 años, sabía leer incluso en mis pensamientos, cuando yo iba él ya venía, así que nunca más le pregunté, dejé que fuera él quien un día me contara de su pena honda.
Los días pasaban rápidos o lentos según me encontrara, los paseos a la playa, eran diarios y ya notaba que mi compañía, lo ayudaban a mantener su caminar airoso, y que de vez en cuando levantaba su mirada de la tierra clavada, para mirar al horizonte, a las gaviotas que alrededor volaban o incluso a mi cara, pero cuando lo hacía a mi cara, de nuevo una profunda tristeza velaba su mirada, algo que poderosamente me llamaba la atención, era como si quisiera pronunciar alguna frase pero la misma se acabara en sus labios, todo quedaba como si nada, mientras sientes la soledad entre los chorros de luz que inundan la mirada.
Algunas mañanas se olvidaba que yo caminaba a su lado, y algunas palabras levantaban el vuelo como las aves solitarias que poblaban a aquella hora la soledad de la playa, abrían sus alas como el verde del mar, algunas volaban alto, tanto, que parecían puntos negros sobre un azul agrisado y otras se arrastraban por la arena sin alejarse apenas, suaves, bajitas y llenas, y a mí me hubiera gustado perseguirlas como si fueran mariposas o las lagartijas que perseguía en mi patio a la hora de la siesta, cazarlas una tras otras, conservarlas, entenderlas sin que perdiesen su naturaleza, guardarlas en mi corazón sin que perdiesen su fuerza, palabras llenas de añoranzas y tristeza que me recordaban mi forma de entornar los ojos cuando recordaba a mi abuelo o me venían los recuerdos del paseo nuevo del pueblo donde nací, o mi mente se velaba al recordar los conflictos de mis padres, entonces intentaba cambiar la frase temiendo que los ojos le chispearan y me dijera a quien le recordaba cuando me miraba, la mañana se hacía mediodía o la tarde se acababa llenando de sombras la playa y un día más caminábamos hacia los patios llenos de flores de las casas, - hasta mañana niña- descansa-
El silencio se había incorporado a nuestros paseos sin mucho estruendo, yo le hablaba de mi abuelo, de mi padre, de mis sueños y escritos y él me escuchaba sin apenas mirarme, rayando con sus ojos en una línea el horizonte,¿ porque no me miraba? se notaba un temor a encontrarse de alguna forma con algo o alguien que yo pudiera recordarle, si , se le notaba demasiado en la turbación de sus ojos cuando escasamente lo hacía.
No hay obstáculos para que la mirada se abra camino, y se detenga en el rostro que te habla, o en aquello que atrae en precisos momentos la atención, él lo hacía así con mi tía ¿porque no conmigo?, cuando pasea conmigo parece que el horizonte se haya ampliado de pronto y me resulta extraña esa apariencia de indefensión cuando me mira, después de mucho pensarlo, no hay duda, debo recordarle a alguien que le hace sumirse de nuevo en esa pena honda que quiero descifrar…

El sábado Marcelo me vio en el patio regando con la goma las flores y las paredes del patio, en Andalucía hace tanta calor en el mes de agosto, aún habiendo tormenta, que no puedes soportarlo y en la hora de la siesta mis hermanos y yo, jugábamos a mojarnos con la goma, formando una algarabía de agua y gritos que inundaban las azoteas chirriantes de flema, en el instante justo en que pude librarme de los manotazos del agua sobre mis ojos, los ojos del profesor relucían azules intensos con reflejos amarillos invadidos por el sol mirándome y haciéndose pequeños e intensos de dolor, yo me había quedado parada, con la boca abierta con la perspectiva de hablar, fue más rápido su cambio amable y su rictus al querer imitar una sonrisa cuando pronunció instintivamente un nombre:” Clara, pequeña Clara”, que me dejó desconcertada y pensé que había confundido mi nombre, me quedé allí parada con la goma esparciendo agua inundando mis pies, mientras él, rápido entró en la casa.

Ahora ya no me quedaba la menor duda, El profesor me relacionaba con alguien, ahora entendía porqué su pena se ahondaba al mirarme y lo evitaba.

Continuará.

2 comentarios:

  1. No me gustan los continuarás, de quién habrás aprendido esa mala maña? ;)

    Pequeña Clara, quizás tú o tu personaje le recuerda a su hija o quien sabe si le recuerdas o tu personaje le recuerda a su amada, bueno no sabremos hasta que sigas la historia.

    Aquí en NY tenemos 4 días seguidos siendo atacados por perlas transparentes o por las 'gomas' del cielo, a ver cuando se acaba la lluvia.

    Espero que prosigas pronto, leerte es siempre muy placentero Karolita
    Se te quiere un mogollón. ;)

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  2. Asique llueve en NY , puies nada raro Engels, aquí también :)
    Bueno no sé si seguir con la historia, es que la gente se aburre con textos largos no?
    gracias por leerme.
    jaja se me quiere mogollón, ayy se te están pegando mis expresiones angelito?
    y eso de que no te gustan los continuará... pues es muy tuyo jaja, bueno toito to, se pega , pero dice mi madre que las malas mañas se pegan más, ¿porqué será?
    besitos.

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