sábado, 7 de febrero de 2009
Distraído.
No estás atento cuando te quitas el sombrero de los halagos, ni cuando haces el nudo a la corbata de los insultos.
No estás atento cuando te calzas los zapatos de las certezas, ni cuando te enfundas en los calcetines de los engaños.
No estás atento cuando te deshaces del dios que llevas colgado en una cadena, ni cuando pierdes las escrituras que dan fe de todo lo que posees.
No estás atento cuando las ideas que pululan bajo tu cuero cabelludo contradicen tus decisiones, ni le prestas atención al talismán contra el miedo que cosquillea en el bolsillo de tus pantalones.
No estás atento cuando… no, no estás atento. Y debes prestar atención a no estar atento, ya que de lo contrario tendré y tendrás de ti la imagen de un hombre distraído.
No estás atento cuando te calzas los zapatos de las certezas, ni cuando te enfundas en los calcetines de los engaños.
No estás atento cuando te deshaces del dios que llevas colgado en una cadena, ni cuando pierdes las escrituras que dan fe de todo lo que posees.
No estás atento cuando las ideas que pululan bajo tu cuero cabelludo contradicen tus decisiones, ni le prestas atención al talismán contra el miedo que cosquillea en el bolsillo de tus pantalones.
No estás atento cuando… no, no estás atento. Y debes prestar atención a no estar atento, ya que de lo contrario tendré y tendrás de ti la imagen de un hombre distraído.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Huellas.