La Rábida.Ha oscurecido, la calle huele a aromas que se mezclan con exagerada intensidad, a veces empacha y aturde pero es ese olor tan reconocido que marca las épocas, ocurre que los olores tal como los recuerdos vuelan con el aire como hojas de árboles, que las cosas se recuerdan también a base de olores, creo que todo tiene su olor, la alegría, la tristeza… el césped recién cortado con olor a primavera es el olor que yo tengo de mi casa y así me acostumbré a reconocer el olor en mis recuerdos, la vida está llena de olores, y muchas veces son los despertadores de los recuerdos…o te llevan a momentos, lugares y personas…
Jadir dice que cuando pasea por algunos lugares aunque sean muy distantes y huele a jazmín y a vainilla, se traslada a mí, que soy el recuerdo que le trae ese olor, como lo es el de las flores de la India el que le recuerda a su madre, a mí el olor a mermelada recién hecha me trae el recuerdo de mi abuela, y el de su casa en el campo, el olor a fresas en el aire cuando aprieta en Andalucía el sol, me recuerda a mi padre, el olor de las rosas de mi patio es el olor que me lleva a mi madre, así podría enumerar personas y recuerdos, cada uno con su aroma.
Yo creo que adherido a la visión va casi siempre un aroma, la Luna, la Nieve, el Junco, el volcán, la estrella que revienta de luz en las noches olorosas del mar con olor a sal, el ébano con su corteza de okume desgajada, los cantos del río, el rosario de luciérnagas que fecundan la vía láctea, o el vapor azul del sudor de la montaña…
Alguna vez cuando voy a visitar la casa del campo de mis padres al entrar en el camino, me rodea un olor a pino y cuando llego al patio, me gusta sentarme en la mecedora que dormita acogedora debajo de la parra y al lado del siempre verde y la dama de noche, del romero, de los arriates de perejil y yerbabuena, y como no, del azahar intenso de los naranjos y el olor del limonero… me tiendo en ella y me abandono en sus brazos y cierro los ojos mientras me balanceo en ese mundo mezclado de aromas conocidos y entonces floto y me sumerjo en mi niñez-tan bonita- y me seduce la serena placidez en el silencio del patio…
Más abajo en el muro blanco de cal que separa el patio de los pinares y detrás de estos los campos de fresas, aún se pueden leer los versos a trozos, casi borrados por el tiempo algunos y otros por las lluvias y el sol, versos de niña y de adolescente… me parecen tan diferentes, tan claro el paso del tiempo…
Versos de catorceañera adornan las paredes blancas
aquellos lutones de sol y cal,
donde me perdía en las torpes letras
de mi adolescencia,
cuando por cualquier cosa
sentía el corazón como si se rompiera…
En eso aún no he cambiado casi nada,
este me sigue jugando malas pasadas
y tu aroma sigue estando en el césped
verde y fresco de la Rábida…
Tú volvías cuando yo me marchaba…
y el aroma de la madera
del viejo muelle de mineral,
me lleva al puerto,
allí donde aún descansa tu recuerdo,
mi risa y mi pelo alborotado por el viento
sentada en el ocre terrestre que rompe
lo marino…
y allí en el horizonte... mi alma... que he crecido...
lo desmiente...
Que bellísimo relato, que sensibilidad tan especial describiendo lo vivido, lo intuído, lo soñado..verdaderamente hermoso...un abrazo desde Zuhaitz-Ondoan de azpeitia
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