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La Tierra

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lunes, 14 de septiembre de 2009

Frágil e incansable.


Verónica pensaba en los días de su infancia, creía que habían pasado poco a poco, como los primeros años de cualquier vida, lentamente, quizá eso ocurre porque se construyen de hechos repetidos, cotidianos o de descubrimientos lo mismo pequeños que inmensos, en una época que no se borra y que te marca.


Vero no tuvo en su infancia grandes sobresaltos que empañaran su mirada, se había pasado enlazando la mano de la adolescencia rica en matices hasta llegar a ser la joven que era hoy, pero su mirada primera ya no era aquella tonalidad tranquila de aguas marinas, que disfrutaban sus pupilas en aquellas épocas, ahora se había tornado de un fondo de océanos revueltos, de verdes imposibles rodeados por unos círculos de noche sin luna…


La mirada le creció en rebeldía, a medida que ella crecía, y al mirarla, era como si una fuente de vida, que humedecía las ganas, le brotara hasta el infinito…


Verónica ha aprendido a escuchar, pero le encanta que la escuchen…


Ha aprendido a hablar con suavidad y también con consistencia, le gusta explicar como entiende ella las cosas, o como se aproxima a ellas para intentar comprenderlas, y muchas veces no acierta, pero siempre lo intenta… pregunta mucho, pero no porque no se entera, sino por su máximo grado de curiosidad, cosiendo todas las respuestas…


Nunca le costó encontrar las palabras para designar con delicadeza, lo que le rodea, pero a veces usa la crudeza, dice que se acerca más a la realidad de según que cosas, y ella, aunque soñadora, también tiene puestos los pies en la tierra…


Ama los nenúfares blancos del estanque de su tía Milagros…


Y aún hoy, le gusta recortarlos para conservarlos…


Y todavía, anda buscando las metáforas más hermosas, para describir las cosas que en el mundo enturbian la mirada, aunque no las haya…


Suele soñar mucho todavía, como cuando tenía el agua marina sin olas en la mirada, aunque ahora, se le añadan las marejadas propias de toda vida humana…


Verónica, conserva el resplandor de las flores blancas y sus hojas de plata, las convierte en luz para que sean más fáciles las pisadas…


Le gusta mucho andar descalza, le gusta sentir los pies desnudos en contacto con la arena, la piedra, la hierba, se siente más cerca de la tierra-dice ella- y otras veces, se sienta mirando durante horas muertas el silencio del mar, refugiada en la caleta.


A veces sonríe estrellas en pleno mediodía, y otras llora soles en plena noche que vibran como luceros en la madrugada, llora lo mismo de pena que de alegría, sencillamente de vida… ella no sabría calificar ni controlar las sensaciones, las diluye dulces como azúcar de cristal que se deshace en los labios y las convierte en amables… Verónica frágil e incansable…

3 comentarios:

  1. Intuyo a Verónica en ti, o a ti en Verónica... Me gusta.

    Besos.

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  2. Pues otro abrazo también a esta Verónica que también fue niña y que, tal vez, tuvo un abuelo de ojos verdes en el que veía la mar cuando se perdía en su mirada.

    Verónica, aparéntemente frágil y decididamente incansable.

    Un gran abrazo y gracias por esta hermosura de relato.

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  3. De nuevo gracias a mis amigos que traen en sus ojos para leerme todo su cariño, por eso les parece más bonito, tan bonito como a mi me parece el gesto espontaneo de mis amigos.
    Un beso.

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