Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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La Tierra

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jueves, 3 de septiembre de 2009

Vivencias.


Llevo tres días tomando el autobús, son las mínimas ocasiones en que lo hago, suelo utilizar mi coche en las distancias más largas dentro de mi ciudad, y cuando no, me gusta ir andando, la última vez que lo tomé, fui testigo de algo hermoso y lo escribí así, poniendo nombre a los personajes que es lo único que no es real en la historia.


Una chica se montaba en la misma parada que yo, una adolescente rubia, alta y delgada, con cara de ángel y una mochila cargada a la espalda, ella entraba primero, se sentaba dos filas de asientos antes de la puerta de salida, y yo siempre me siento si puedo en la última al lado justo de la misma puerta, no me gusta cruzar el bus para salir.


Ella nunca miraba hacia tras, yo la veía a ella con sus cascos mirando siempre por la ventana con una mirada desatenta y una leve sonrisa en los labios.


En la siguiente parada entraba él, ella nunca volvió la cabeza para mirarlo durante los doce minutos que duraba su trayecto. Alba se bajaba primero, Fernando una parada después y yo, la siguiente a él, durante doce minutos coincidían sus mundos, de eso solo se dio cuenta él y luego, yo también… ella nunca se percató de él… Fernando era alto, moreno y muy guapo, iba vestido con uno de esos atuendos que a mi tanto me gusta en los adolescentes, rapero cien por cien, y una media sonrisa de asombro y anhelo por verla, se le dibujó en los labios cuando la miró…


Y no hizo otra cosa que mirarla en aquellos doce minutos que compartieron, sus ojos grandes como dos luceros, grises como un día de otoño con chispitas furtivas de luz, a él le parecieron divinos como el mismo cielo…


Ella cerraba de vez en cuando sus ojos cuando el sol le entraba a puñao por la ventana y tatareaba bajito la canción del ipod, su gesto era tierno, gracioso y perfecto y Fernando seguía mirando… prendado, embobado…

Se acercaba el final del trayecto, Alba miró su reloj, se quitó los cascos, sonrió y miró por la ventana, como si en el paisaje de fuera hubiera identificado algo o alguien que le llenaba su cara de luz, Fernando y yo nos percatamos, y ambos, desviamos nuestras miradas buscando la misma luz que iluminaba la cara de Alba en aquella parada…


Y entonces lo descubrimos, de pie con las manos en los bolsillos, un chico más o menos de diecisiete o dieciocho años, se bebía el contenido del autobús buscándola a ella…


Fernando comprendió y se quedó sentado mirando, su expresión y su sonrisa en un instante cambiaron…


Ella bajó y se fundió en un abrazo con el chico de abajo.

El chico de arriba se fundió en el abrazo de la desilusión.

Yo miré a Fernando con ojos tiernos y él casi sonriendo se azoró.


Ella fue como una estación para un poeta, un otoño o una primavera… hizo feliz a Fernando sin darse cuenta siquiera y Fernando como un poeta al otoño y a la primavera, le agradeció esos momentos llenos de emoción con todo el corazón… y en la siguiente parada se bajó.


Y yo, me quedé allí esperando la última parada, con una sonrisa de ternura sellando mis labios, recordando aquellos momentos idénticos vividos en mi autobús de los dieciséis años, enamorada hasta los huesos de otro chico de diecisiete años que me estaba esperando, que aún guardo dentro, y que una moto se lo llevó para siempre, dejándolo eterno en mi corazón…

8 comentarios:

  1. Qué envidia sana de tus recuerdos...

    Besos, cielo.

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  2. Niña hiciste un cuento hermoso de tus recuerdos. Y aunque al final se me quedo un pequeño sabor agridulce, me quedo con lo dulce de esas nostalgias.

    Un besito muy fuerteeeeeee.

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  3. que esquicita narración, la ilusión de la juventud, cuan maravillosos son esos recuerdos, cuando no habian más preocupaciones que el enamorarse, querer y no ser querido, el corazón se hincha, con cada detalle.

    besos, tus letas siempre dejan huella en este corazon lejano.

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  4. Me ha encantado, Karol_a. Es de esas historias en las que te quedas con hambre cuando llegas al final, pero en las que es precisamente ese desamparo en el estómago el que las hace hermosas.

    Un beso enternecido

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  5. Esos testigos que nos dejó el amos... Esas imágenes que llevamos prendidas en la mirada agrietándonos el corazón...

    Porque por muy duro que sea lo que fue, mucho más doloroso es lo que no pudo ser... Y en ese punto exacto -como el de un disco de vinilo rayado- nuestros recuerdos nos hacen regresar para volver a empezar. A veces es necesario entregar al vacío lo que no tuvimos tiempo de dar.

    Es una pasada leerte. Después de unos días de no pasar por tu casa es una pura gozada.

    Un gran abrazo, querida Cinta.

    (Ya sabes que empiezo por el final... Manías...)

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  6. Que maravilla de recuerdo, de memoria y de capacidad narrativa...
    Es increíble, cómo la naturaleza asegura su supervivencia, pero lo es más aún estar aquí para verlo, ¿no crees?
    A veces, siento que soy el ojo de Dios, que se contempla a sí mismo.

    Un abrazo.

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  7. Maravillosos comentarios que me dejan mis seguidores, qué más se puede pedir.
    Gracias a todos un abrazo con cariño.

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