Ella vio el sol que inundaba las puertas de su casa, supo que estaba a su lado…
Traía un aroma como el agua dulce que no huele a nada, a ratos la inundaba un olor a pino, a madera nueva, sería que aún era reciente su salida del barco donde navegó sin descanso hasta el ocaso…
En su mano izquierda llevaba un ramo de lirios azules y una sonrisa en su boca poderosa, y en la mano derecha, ondeaba un pañuelo blanco al aire en forma de hola o adiós.
Sus labios se movían pero la voz no se le oía…
¿Será cierto eso de que los muertos no hablan?
O es que no se oyen desde allí donde nace el infinito.
El pañuelo decía adios... tal vez no eran necesarias más palabras, tal vez los oye quien los quiere oír... tal vez sea imposible... pero realmente, me temo que jamás lo vamos a saber.
ResponderEliminarBesos... desde este lado, tu lado.
¡Claro que los muertes hablan...! Los vivientes y los que se nos fueron al cielo (o al infierno). Y claro que se les oye mientras impregnemos ojos, labios, oídos y piel, de memoria.
ResponderEliminarPero dicen que el lirio azul trae mensajes de esperanza y alegría. Espero que se así, para todos sin excepción. Buen regalo es ese...
Gracias por esta bella entrada llena de sentimiento. Un gran abrazo, amiga.