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La Tierra

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martes, 13 de enero de 2009

La Salsa Y la Mermelada.


Los padres de mi abuela tenían una casa en el campo, la casona como la llamamos todos, estaba dotada de una gran huerta sembrada de verduras, hortalizas, fresas y árboles frutales, a su padre le gustaba mucho el campo y en sus días libres cuidaba de la huerta y de sus frutos, tanto le gustaba que leía y aprendía mucho sobre la horticultura, acabó hasta sabiendo injertar árboles, era su afición, porque su trabajo era la de ser médico, tenía gente que le trabajaba la tierra por su falta de tiempo para poder tenerla como a él le gustaba, en todo el esplendor del verde.
Su madre la enseñó a conservar los frutos que sacaban que eran demasiado para poder conservarse, una parte las destinaba al consumo de la casa, otra a regalar a los vecinos y a gente necesitada y la tercera la conservaban en tarros de cristal para que les durara hasta la próxima recolecta, así me contaba mi abuela, que su madre le enseñó los secretos de las conservas y de la cocina, acristalaba tomates en forma de pera en su jugo para todo el año y hacía mermelada de fresas y melocotones y hasta con las naranjas, y que lo hacía tan bien que le salía hasta mejor que a la maestra.
Pelaba ollas enteras en sus días libres sin colegio de albaricoques, de cerezas, de ciruelas para luego llenar tarros de cristal llenos de colores, hervía la fruta y las mezclaba con el azúcar y se llenaba de su aroma toda la casa.
Mi madre también me enseñó a mi a cocinar, hay cosas que hasta me salen mejor que a ella, por ejemplo entre otras cosas, la salsa Massala, de champiñones , jerez y nata, exquisita para acompañar las carnes asadas y hasta las patatas, recuerdo una navidad no hace mucho, antes de morir mi abuela que llegó a casa para pasarla con nosotros y mi madre me encargó hacer la salsa para la cena, yo llevaba años haciéndola, desde que era una niña de trece años y ya no tenía secretos para mi, pero esa noche no entiendo muy bien porqué, a pesar de tener todo mi esfuerzo y los ingredientes, no me salía y corté la nata, mi madre me regañó un poco “ por Dios niña si estás harta de hacerla y siempre la hiciste hasta mejor que yo, que es lo que te pasa, anda sal de la cocina” y yo muy apurada salí al patio entristecida, entonces mi abuela le dijo a mi madre, (Su nuera)” no la regañes, seguro que tiene algo en la cabeza, con más sabor y más fuerza que la salsa”.
Mi abuela salió al patio a buscarme y me encontró sentada en los escalones de la azotea debajo de la parra de uvas negras…
_haber mi niña, no pasa nada, todos tenemos alguna vez la mente ocupada, ya sabes mi madre me decía a mi, lo mismo con la mermelada, al igual que a ti con la salsa, pero ella no me regañaba, solo decía: Uf esta niña anda enamorada…
La miré con los ojos de plato y le dije ¿abuela como podrías saber eso?
_ay hija a mi no me engañas, al igual que el secreto de la salsa y la mermelada consiste en respetar los ritmos del tiempo, también en ciertas edades y actitudes está el ritmo de la naturaleza del ser, todo llega a su punto sin urgencias, para mí es como pelar una naranja, desprendida la piel, queda el interior, el zumo, el olor a azahar y tú niña sencillamente hueles a amor…
Me puse roja y me llené de vergüenza y también de sorpresa, porque mi abuela había entrado en mi corazón…

2 comentarios:

  1. Bellísima historia Cinta. Me has hecho recordar una entrada del diario online que llevan del Escritor George Orwell, que tenía una fascinación con eso de la conservación de los frutos.

    Andabas muy disraída en esos días. Ojalá que los malos cocineros no tomen este post como excusa para decir que las comidas le han salido mar porque les ha picado la mosquita del amor.

    Un abrazo Karolita.

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  2. Bueno supongo Engels que a los cocineros no les pasará, porque habrán sobrepasado la edad del pavo jaja, y yo no soy cocinera, puede pasarme sin excusas.
    Otro abrazo para ti.

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