Una vez fuiste mariposa de colores
amaneciendo en tus ojos encantados.
Fue cuando tu niñez olía a flores en aguas
tranquilas y tus brazos infantiles rodeaban el cuello de tu madre, dueña de las únicas
manos que te rodearon mientras descubrías el canto de tu voz como caracolas
musicando sus ecos …
Tu preciosa sonrisa ya no la regalas y tuerces
tus labios en una mueca de rabia, sin motivos perdiste el rumbo de tu barco con
miles de batallas perdidas con o sin combate y sin mensaje en la botella.
A veces casi sonríes y nunca hablas para
sacar la poca empatía que nunca ofreces.
Y otras veces clavas tus agujas sobre la última
cicatriz con la que dejaste vencidos
otros corazones y el tuyo.
Y supe de tu ausencia sin remedio en todas
las noches de la distancia, y de repente como de un día a otro se fueron los
vientos y las brisas frescas dejando los huecos de nubes blancas sin risas,
dolor para el olvido y también para el recuerdo.
El silencio se va apoderando del tiempo, y
acumula fisuras dentro y la fe se desmorona y el grito silencioso se vuelve
peligroso porque se hace interno y eterno, cuando se guarda la palabra y el
sentimiento se acumula se enerva y se hace corrupto.
El aire ya no canta nanas y tu injusta rebeldía
sin causa, te priva de los blues azules
de tu boca y a tus manos de caricias.
Y al final ¿Para qué tantos demonios? Si es
hermoso despertarse con las luces nuevas del alba… esas que reparan los sueños
rotos e hilvanan los desgarrones, las ausencias y los miedos.
Si no, Pregúntale a la niebla que llevas en
la mirada, ¿acaso ya no recuerdas como cantas y te sale por tu boca ese azul
del continente?
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