Solo soy… o me siento, una pasajera del alma, una loca de la sensibilidad, a veces pasajera anónima y otras con identidad propia, ¡Qué más da!
Si igual sienten los poros de
los dedos la caligrafía viva de la fantasía ¡y qué suerte la mía!
Que desnudo verdades
probablemente sin haberlas negado antes, enfrentándome a los fantasmas del
presente, del pasado y de la imaginación, a veces crudamente destrozando el
corazón, aunque otras también sea tristemente inútil deshabitarme tantas veces
para volver a habitarme de las extrañas criaturas de ese espectro lacerante de
la musa que me arrastra como sombra y me habla desde el silencio como un mártir
enlace del decir y de la crítica, unas veces ignorado, tantas veces cuestionado
y tan poco valorado.
Pero ahí sigo… No me he ido.
Fiel amante de la tinta,
temeraria del fondo de la vida que siento y que proclamo pues si no, me quemo
de fuego interno entre las manos, asesina de memoria, termita de historias,
apostando en las palabras bajo el riesgo y sobre el húmedo cuaderno de la gran
sabiduría callejera, para luego ser la misma la que juzga…
Mientras yo, escribiente de tercera me sumerjo en noches de
estrellas sentada en una silla también húmeda de locuras y de lunas,
reinventando firmamentos de alfileres en la nuca.