¿Qué sentido tiene pronunciar tu nombre?
Podría ensordecer este instante
y remitirme a la figura
que el pasado en forma de verso
dibujó para visualizarte aún en la distancia.
Nunca fuiste tangible y sin embargo
sobreviviste en las horas
de mis madrugadas,
erizando mi cuero cabelludo,
mientras te pensaba.
Quién podría decir que no estuviste
entre los pliegues de mi alma,
que no apareciste incluso
de vez en cuando
en la primera sílaba que enhebré
cuando hablé del amor
del imposible encuentro entre los dos.
Que mi corazón falló en tu favor
y me hizo esclava, llevándome al escondido jardín,
donde moran extraviados nuestros sueños,
allí donde nuestras locuras se derraman en racimos.
Ni tú mismo podrías comprender mis pensamientos
cuando el viento azota tu ventana
ni tú mismo podrías evitar el revuelo,
que entra para revolver las aristas de tu alma.
Ni siquiera cuando he aparecido
y he dejado mi beso en el filo de tu espalda,
si he pernoctado en silencio
en el sitio donde esculpes y trabajas
tocándote la sal que derramas.
Constante, a ratos gélidos y evaporados
al tocar tu epidermis, tu costado,
nunca, ni en el momento más lúcido,
para tu sexto sentido
hallaras la sal en la que estoy germinando,
al mirarte de lejos,
al sentirte tan cercano,
al estarme tan imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Huellas.