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La Tierra

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viernes, 21 de noviembre de 2008

Cosas que contar

Todas las mañanas cuando mi madre me arreglaba siendo aún pequeña para ir al colegio, había algo que me enfadaba mucho y en verdad incordiaba mi comodidad, en mi casa todas mis hermanas y yo, hemos tenido siempre el pelo muy largo, mi padre no quería ver a sus hijas con el pelo corto y hasta le regañaba a mi madre si alguna vez nos lo cortaba, así que la pobre de mi madre nos ponía en fila bien tempranito para cogernos una coleta alta de caballo, decía que eran las más cómodas, jaja de eso nada, pues había un inconveniente, nos hacía la coleta muy apretada, muy estirada, tanto que nos hacía reír estando a punto de llorar, nos provocaba bien amplia la sonrisa y hasta nos achinaba la mirada, que contradicción, reír casi llorando, bueno tenía una ventaja-dice mi madre claro- “por eso ahora tenéis la piel tan tersa”, sirva como anécdota, pero en aquellos días, era bien molesta, aunque en el recreo yo me la quitaba siempre y llegaba a mi casa con una coleta mal cojida…
Cosas de mi madre…

Ella es una mujer muy especial, a partir de las noches de verano después de finalizar el colegio, hasta septiembre que empezaba de nuevo, nos sentábamos entre cojines en el suelo del patio debajo de la parra y los jazmines y de la luna curiosa mirándonos y nos cantaba canciones, nos contaba cuentos e historias, incluso nos hablaba de su niñez, hacía tanta calor que nos traía helados y nos daba la madrugada levantados, total el calor no nos dejaba dormir antes, así ella nos cansaba, que bien nos lo pasábamos, hasta los niños vecinos acudían a la reuniones nocturnas que montaba mi madre con sus hijos.
En navidad también era una fiesta, hacían en mi casa la típica matanza del cerdo de la sierra andaluza, encendían grandes hogueras en la parte baja del patio, se llenaba mi casa de gente, las señoras especializadas en hacer la charcutería y salar los jamones se sentaban todas en el patio de arriba y en grandes barreños preparaban los adobos, duraba al menos tres días, con la carne magra fresca, la mejor del cerdo, mis padres hacían barbacoa para todas las visitas, y todos los amigos se pasaban desde la mañana hasta la madrugada en mi casa, era una fiesta, las hogueras de mi padre eran famosas en los tiempos de la matanza, de noche nos sentábamos alrededor de las hogueras y se tocaba la guitarra, se cantaba y se recitaban poesías, se contaban historias, chistes y se comía y quién podía bebía, las puertas de mi casa estaban abiertas a toda la gente del pueblo, y siempre se llevaban algo de las siembras de mi padre, fresas, melones, melocotones, verduras, etc…
¡qué tiempos tan divertidos¡ hasta hace dos años, aún se hacían, pero mi padre murió el año pasado y han dejado de hacerse casi todas las cosas de antes, sin él, ya no nos apetece, sus cenizas están por allí en sus tierras esparcidas, donde él fue tan feliz.
Mi madre era muy original en sus acciones, nunca reaccionaba como las demás madres, a veces para nosotros era una contrariedad, jaja porque nunca se sabía con ella si te saldría por peteneras, aunque siempre era muy divertida, incluso era una maestra para cambiarte el llanto por la risa… pero ya eso es otra historia.

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