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¡Aventura feliz! La rememoro
con inútil afán; y en un soneto
monto un suspiro como perla en oro.
Salvador Díaz Mirón.
pero hay tiempos en que ya no queda otra razón,
que callar una mentira y hacerte del dolor por la franqueza
¡A mí me ha quitado la felicidad!
amargarte con mis dudas y mis quebrantos
decirte que te amo pero no como tus oídos insinúan
en fin: Decir te amo para ti ha sido malvado
Tonterías, pensamientos de otra época.
¿Cierto acaso será perderte como te pierdo?
no es fácil aceptar que tú te has equivocado
Y no es fácil aceptarme rencoroso, orgulloso y sin honor
¡Es difícil para mi aceptar que te hice daño!
Que el amor es algo distinto, que te amo diferente
Esa verdad es la que menos se comprende:
Aquella que te guardo, que te amo para siempre.
Puede tropezarse tantas veces con las mismas equivocaciones?
¿Es tan difícil, corazón escéptico y resentido
entender que como yo te amo no es cosa de interpretaciones?
Es que yo tampoco entiendo por qué te vas
te pido con el corazón fuera del cuerpo,
que sepas que te amo, como la única verdad.
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Así, entonces termina esta historia denarial, cuyos personajes habrán, al tiempo en que se va terminando esta lectura, desapareciendo de la faz de la poesía, para volcarse a una cruenta y difícil realidad, de la que el poeta es el culpable y la mujer a quien se dedican estas trivialidades, la que siempre andará viva pase lo que pase. A ella, con la nostálgica remembranza, le habré cumplido mi más pura y sincera promesa, de cumplirle con mi obra completa.
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Huellas.