Anda dime que sí,
me decías con el terciopelo
de tu mirada y tu sonrisa,
mientras yo te observaba
con la garra de una esfinge,
sin poder disimular
el más monótono y triste
de tus lamentos,
que llevas incubando
en las entrañas del tiempo,
no puedes evitar el cráneo
transparente,
de quién no admite
y ya lo sabe,
dime que si,
me recitabas,
y te comportas como el guepardo
que jamás descansa
en su carrera veloz al desengaño.
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Huellas.