miércoles, 17 de octubre de 2012
Historia Laboral
Todos los días al re-piqueteo metálico de
hacer real la entrada en el búnker de tres módulos negros de la empresa, se
convertía en una representación de la cáscara más torpe y pretenciosa de la
actuación, un insípido cóctel a la gloria de los dioses, muy menores de la
elegancia .Una representación tan vulgar
como sin igual.
Inmediatamente reinaba una atmósfera equívoca
imponente, un espacio concebido para un decorado, las siluetas huidizas de más
de la mitad de los empleados con pasos gatunos y perfiles planos sorteando muy
de vez en cuando, los pasillos hasta llegar al despacho adecuado.
Los hombres empleaban gestos exagerados de
reverencias sin doblarse, hay gestos indiscutiblemente evidentes que guardan
doble intención; y ellas, entornando los ojos y los labios en una
sonrisa(guardando la rabia), ensayada y de plástico, antigua, como la de las
estrellas de cine diseñadas ahora para empequeñecerse a uno mismo, o lo que es
igual, hacerle consciente al de enfrente su ignorancia y su limitación, el
resultado no podía ser otro al examen desde fuera, “ una subordinación estricta
e inmediata que nunca viene al caso”, el
agrado no sincero tan antiguo como el mundo.
Cualquier persona sana, sobria y prudente, se
hubiera asfixiado en aquella opulenta gruta de sumos acólitos de purpurina púrpura,
pero su fondo era tan negro como la ausencia total de luz ninguna, negro negro,
porque nada de lo que ocurría allí era auténtico.
Lo sí cierto, aunque pareciera sacado de una
película antigua en blanco y negro, era el agradable en exceso de turno,
desdoblado en halagos ensayados y la típica chica pagada de sí misma que se
cree la estrella por sus salidas de tono en excelsa simpatía y vestuario, la
que se considera “superbuena” , la regordeta con superminifalda, montada en
unos zancos con bronceado de máquina y un botón, o dos, más abierto de la
cuenta, la que nunca falta, que se lía con todo aquello que lleva corbata (de
la vieja usanza) y tuviera un despacho en lo más alto… bailando el agua a
tutiplé.
¡ Qué surrealista me parecía a mi todo
aquello!
Yo no venía de un lugar así, o quizá es que
siempre fui un poco ingenua, que no tonta o despistada, pero si tan yo misma,
clara y espontánea, que aquello no me entraba en la cabeza.
Quizá también por eso no subí más que algunas
que dieron “el Do de Pecho”, pero nunca sentí esa flamante gota de acidez en mi
saliva ni el regusto amargo de no sentirme yo misma. Siempre fui incapaz de
disimular un sentimiento sea cual fuere, y qué hacer, una es como es…
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Así es, así eres, así serás.
ResponderEliminarsabes describir las situaciones tan exacta a veces y con sus palabras adecuadas que me encanta venir a visitarte.
Saludos y no dejes de ser como eres.
Ana.
ResponderEliminarEn el centro de trabajo y conduciendo nos retratamos perfectamente las personas. En el trabajo más disimuladamente (pero facilmente observable) y en el coche, sin disimulo.
Y, efectivamente, hay muchas personas como tu dices. Y son las que tienen éxito social, si se le puede llamar éxito a subir en un escalafón donde se premia la sumisión y el seguidismo.
Los buenos centros de trabajo, los que tienen éxito, los que están dirigidos por profesionales capacitados y seguros de sí mismos huyen de esas personas que solo traen complicaciones.
Mientras se esté en una empresa donde se favorezca esa mala hierba, lo mejor es alejarse cuanto antes. No hay futuro.
Rodeémonos de personas que trabajando, conduciendo o haciendo lo que sea, merezcan la pena: honestas, sinceras y afables.
Emilio Muñoz
Gracias Emilio por tu comentario. he tenido que ponerlo así, pues sin querer no sé que pasó que lo puse y luego lo borré una vez aceptado de mi correo y no entiendo porqué habiéndolo publicado se borró aquí también. Un abrazo, Gracias.
ResponderEliminarAna Gracias por volver.:)