Sucede que alguna vez alguien a quien quieres
y de quien nunca lo esperas, te clava una daga en la espalda
y asombrada te envuelve la pena, le sigue la rabia y
pataleas,
lloras hasta quedarte sin lágrimas y luego, cansada te
sientas esperando la calma.
Después piensas que la gesta no es mía y que cada uno lleve
su carga.
Pasan los días y la soberbia como viento desatado sigue ahí callada blandiendo las espigas incendiando el estío, sin una disculpa y ningún remordimiento.
Emily Dickinson dijo: Por causas tan pequeñas, hombres y mujeres
morimos…
Gracias a esa pequeña, sencilla y dulce cosa que es el llanto donde la pena alberga su estallido volvemos retornados y dispuestos.
Siempre dije que el rencor es un bicho muy malo que, si te
pica enfermas el alma y también el cuerpo, nunca me picó, espero embadúrname de
él con todos los ungüentos.
Porque no soy rencorosa y sí muy generosa, quien me conoce
ya sabe que no tengo que demostrarlo, pero me sigue doliendo que tú tan de mí
tan sabiéndolo todo…me soltaras todo eso que quiero pensar que también para ti
es incierto, ya que siempre me tuviste en tus desvelos y fui tu único apoyo
ayudándote a ver como se hace grande el mundo.