Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

Corramos... Hay que salvar el planeta.

La Tierra

La Tierra
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viernes, 27 de junio de 2008

Qué...

Qué llama sin vuelo dejó crecer mi pecho

Y qué ramalazo silente transfiguró mi carne,

Que me hizo de amor que en todo amor me late

Un corazón inmenso que me nubla y me aturde.

Qué lejanía dispuso rozándome la boca,

En qué distancia honda me figuró las manos

Cuando el viento jugando se te llevó en el tiempo…

Mientras me bebo la luna en mi jardín de sueños…

jueves, 26 de junio de 2008

CuriosidadeS. ENSEÑAR A PENSAR

Niels Bohr (1885 - 1962)

ENSEÑAR A PENSAR

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota: Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada.

Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leo la pregunta del examen y decía:

"Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro".

El estudiante había respondido: "Lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".

Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de sus de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel. Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contesto que tenia muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excuse por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: "Coge el barometro y déjalo caer al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronómetro. Después se aplica la formula altura = 0,5 por g por T al cuadrado. Y así obtenemos la altura del edificio". En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dió la nota más alta.

Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio. Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contestó; éste es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando en la pared la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Éste es un método muy directo. Por supuesto, si lo que quieres es un procedimiento más sofisticado, puedes atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Dado que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la velocidad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad, al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su período de precesión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, siguió, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo. En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares). Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios sus profesores habían intentado enseñarle a pensar. El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.

Al margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia, es que "le habían enseñado a pensar".

¡¡¡¡ Y LO MEJOR DE TODO... ES QUE FUE Y SIGUE SIENDO UNA VERDAD!!!

miércoles, 25 de junio de 2008

Cosas mías2

Lo que vivimos, lo que nos pasa o las cosas que nos acontecen no son más que lo que nosotros hacemos de ellas, si están rodeadas de amor, amor por la vida, por las personas, por nuestro entorno, del amor del que yo hablo, de ese amor de verdad que no descansa en la cuna de la hipocresía, del que no se habla ni se declara apenas a los cuatros vientos pero que se nota y se demuestra, si lo están, entonces nos daremos cuenta que a veces es más importante lo que se cede que lo que se da.

Ni abuelo decía que todo en esta vida merece la pena, en cambio mi padre decía que solo 4 cosas en la vida merecían realmente la pena vivirlas y se hace lo que haga falta por ellas, y que lo demás era solo abono para la tierra, distintas opiniones de dos personas distintas por completo, ambas buenas personas, con cabeza, corazón y alma, pero con muchas diferencias en sus vidas, mi abuelo era un filósofo, más que eso era un humanista alquimista, mi padre, era un ateo que solo creía en lo que veía, honesto e íntegro pero ya digo muy escéptico, en cierto modo ambos tenían razón, y a ambos quise mucho, y no solo porque fueran, mi abuelo y mi padre, sino porque los admiré por la persona que eran, alguien a quien querer parecerse.

Mi abuelo creía más y en más cosas que mi padre, ambos sinceramente, pero lo de mi padre tenía valor pues al no creer en todas las cosas, no las daba nunca por supuestas.

Tengo muchas cosas de ambos, pero yo, No creo en todas las cosas… antes creía en todo cuanto me decían, ahora las paso por mi propio tamiz interior.