Mi abuelo decía: No hay que olvidar las historias del pasado, con ellas hay que enseñar a los jóvenes de mirada nueva, cómo ser libres…
Abuelo-¿cómo era la España que no he conocido?
Atada hija, siempre atada…
Procesiones, procesiones, aún tiene tu madre, (aquella muchacha lejana) grabadas las imágenes del corpus christi, que a mi cuando la miraba, me parecía un desfile de gigantillos delante, danzantes detrás y los gigantes que abrían paso a la custodia que entrenía al gentío, custodia tan deteriorada que sus adornos ya ni relucían, los ornamentos de los obispos tan bordados que destellaban en oro, de aquél que para nosotros era del que vendía el moro (refrán) los incensarios tan cargados que olían a quemado del incendio de la fe…
El fútbol y la selección, los seriales que llamaban un momento a la ilusión, al olvido de trabajar de sol a sol por dos reales… que no podían llevar a la mesa más que un poco de aceite y si acaso dos panes…
Y mientras, atrapada la voz de la desesperación, impotente, reprimida, manipulada, engañada y hasta matada, ¡alto ahí¡ eso es mentira, si no te callas, te vas a pudrir en una cárcel de por vida, eso si no te lleva el pelotón en plena noche de miedo y de temor.
Nos dejaron sin juventud niña, casi desaparecida, aquella que alzaba la voz ingenua y asqueada de injusticia, la que trabajaba desde el monte sin armas y sin comida, casi no se podía lograr la continuidad que necesita la historia de tanto borrar las palabras que nunca debías decir, para que las sentencias de muerte fueran de vida, palabras calladas con castigos, amenazas, injurias, muerte, denuncias e injusticias, cosas viejas hija, que aún duelen, arrastradas al olvido,… y un día habrá que atar lo desatado, devolver a los intelectuales que nos robó la guerra que aún quedaron claro...
¿Es posible que tanto ciegue el miedo de mantener viva la palabra de un pueblo?
Ve a dormir niña, mañana será otro capítulo… si abuelo, buenas noches.