Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

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miércoles, 19 de noviembre de 2008

La fe del Caracol.

Mi abuelo me contó una vez un cuento, recuerdo que fue a propósito de una falta de empuje que yo sentía por conseguir algo difícil, algo que hasta los que me rodeaban me quitaban las ganas, “creo que no debieras, está difícil, no creo que llegues a conseguirlo, eres una niña aún y todos son expertos escritores y además mayores que tú” era la frase oída por mi en aquellos días de intentos, confieso que me estaba desmoronando.
Una tarde mi abuelo me vio dudando, a punto de claudicar, y me invitó a dar un paseo por la alameda de árboles de la estación del pueblo.
Mientras nos daba el sol leve y rico del invierno, anduvimos largo rato en silencio, una de mis manos apretaba en el bolsillo del abrigo unos cuantos folios y la otra apretaba la mano de mi abuelo tomando su calor y su fuerza, entonces me dijo:
Érase una vez una carrera de caracoles en el país de los caracoles, la meta era llegar a lo alto de una gran torre que se encontraba a las afueras del pueblo, todo estaba preparado y todos los caracoles del campo del pueblo y todos los del campo vecino y alrededores, se reunieron para gritar a los participantes. Se dio la salida y todos los caracoles participantes comenzaron su escalada, la multitud no creía que ni siquiera un caracol llegara a la cima de aquella torre tan alta, y todo lo que se escuchaba en el griterío era: “No lo van a conseguir, está muy alejada y muy alta”, así con todo eso, la mayoría de los caracoles empezaron a desistir, pero había uno que persistía a pesar de todo y continuaba subiendo, en busca de la cima.
La multitud continuaba gritando y seguían retirándose caracoles excepto uno que seguía tranquilo pero cada vez con más fuerza, finalmente fue el único que llegó a la cima con todo su esfuerzo, cuando fue proclamado campeón, muchos caracoles se le acercaron a preguntarle y cual sería su sorpresa al darse cuenta que el caracol vencedor era sordo.
Entonces mi abuelo me dijo: El nombre del caracol era fe y su apellido esfuerzo, le benefició ser sordo, por eso sé siempre sorda cuando alguien dude de tus sueños.
Si crees en ti y crees en algo, lucha y no dejes que nadie te incruste las dudas en tu alma, si te equivocas, ten en cuenta que así aprendes y que te vas a equivocar muchas veces a lo largo de tu vida. Me presenté, no lo conseguí pero al menos me sentí bien de haberlo intentado.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Una mañana corriente.

Olvidé mi paraguas en el café
solo recuerdo al camarero
que con ojos de glasé
me dijo:
dos terrones y una nube de leche
café o té
tostada o croissant
señorita de ojos de mar?
Y yo acaparando las servilletas
a golpe de bolígrafo
la tinta se tornaba desperdigaba
y, luchaba con las rimas
a trazos de conquista,
sin conseguir ser de las palabras
alquimista,
la luna se escondía ya en su amanecida
dejando su mensaje en los reflejos
me falta tiempo para mirarte
quiero dibujarte entre mis frases,
no te vayas antes de mis últimas
caricias visuales,
no me dio mucho tiempo
y decidí besar el aroma
de mi extraviado desayuno,
y mis labios susurraron
retahílas de jazmines y azahares,
solo quise sentir el deseo
de las letras en las yemas de mis dedos,
y el calor de mi aliento al escribirlo
mientras se arrugaba la tan socorrida servilleta
y el café se me enfriaba entre los labios
y el cielo de la boca.
Al final me llevé la nada más absoluta
y el insoportable tronar de algún silencio,
se me quedó en la mano, la razón y el pensamiento.

Isabel2

Legué a casa después del fin de semana fuera, dejé mis cosas en el salón sin deshacer y bajé al segundo piso, llamé a la puerta B tres veces seguidas como es nuestra señal, tardó un rato en abrir, pero lo hizo y su cara se iluminó de pronto, aunque parecía cansada, su mirada me pareció distinta.

- Hola niña qué alegría de verte, celebro que ya estés de vuelta, te he extrañado.
- Hola Isabel, en cuánto he llegado he bajado, ¿necesitas algo? ¿has cenado?
- Si niña ya cené, no te preocupes por mi
- Bueno pues ya deberías ir a reposar, te he traído caldo que preparó mi madre muy bueno,te lo caliento y te acompaño un rato- nos fuimos a la cocina y ella se colocó a mi lado mientras yo calentaba el caldo.

Yo la miraba de vez en cuando, parecía tener la expresión algo trastornada, era como una alteración que sufre la gente mayor cuando está sola y asustada, ella nunca me habla de eso, y sé que hace un gran esfuerzo, Isabel es la discreción en persona, su sentido de la prudencia me asombra.
Pero esta noche parece que le pasara algo extraño, está distinta, su paso es lento y su mirada se le pierde donde Dios sabe y yo no. De repente se me ha quedado mirando, tiene el rostro algo pálido, sus ojos desprende el afecto de siempre, una ternura que me hace emocionarme, natural y con la dosis exacta y una tranquilidad de espíritu que le envidio, me hubiera gustado compartir su paz interior, hacerme partícipe de ella, yo, que llevo semanas algo alterada y estresada, llena de preguntas e interrogantes, entonces calmada y triste sonó su voz a mi lado:
- Niña, eres una chica generosa, que me acompaña en los momentos duros, al principio de quedarme sola, cuando Pablito se casó y se marchó, me sentía asustada sin su presencia, pero ahora ya no la necesito.
La miré con cierto reproche en la mirada como quien le dice- vamos Isabel no seas mentirosilla, porqué te empeñas en aparentar ser fuerte- pero no se lo dije- ella seguía diciendo:
- Si me hubiera ido con mi hijo y su esposa, seguramente habría sido un obstáculo en su camino, al igual que ahora lo soy en el tuyo, me siento agradecida y mal porque no quiero ser una carga para ti niña.
-Vamos Isabel por favor tómate el caldo y no desvaríes eh, tú no me das ningún trabajo por lo tanto no eres un obstáculo, sabes que me gusta hablar contigo y me siento muy bien con mi vecina preferida. Ni lo pienses.
- Sabes niña eres la reina de la intuición, sabes cuando tienes que retirarte y cuando me es necesaria tu presencia, creo que no te valoras como mereces.
Me emocionaron sus palabras pero sólo dejé que notara mi sonrisa, veía por mí misma como ella era tan observadora como yo.
Entonces cuando acabó el caldo que se tomó entero, se levantó y la acompañé a la habitación, la ayudé a desvestirse y la metí en la cama, le deseé buenas noches y le di un beso.
Me quedé con una de sus llaves por si la necesitaba, y me fui hacia el tercero, confieso que me fui algo asustada, temí ser el centro de su espacio pues pensaba que eso le podría hacer daño, pensaba que si algún día tenía que irse con Pablo, me echaría en falta, a las personas mayores les cuesta desprenderse del momento que viven presente y empezar de nuevo, les asusta cambiar.
Yo sé que ella cuando estoy cerca se siente bien y cuando falto me extraña y se siente sola, es agradable sentirse el centro del mundo de alguien, pero yo no sabía si estaba obrando bien aunque me saliera del corazón.
Me duche y me metí en la cama, entonces abrí las puertas del armario de mi mente, tenía que adentrarme en él y en sus profundidades y temores, me invadió una sensación de prisa y una inquietud en el estómago, no me sentía preparada para tomar una decisión, debería llamar a pablo, aunque por otro lado me sentía traidora haciendo algo que ella no quería hacer.
Necesitaba un círculo de luz en la parcela de mi jardín… el sueño empezó a invadirme, las preguntas y las dudas se quedaron en un rincón de mi mente, sólo dormirían, al otro día tendrían la ocasión de aparecer… mañana, llamaría a pablo para hablarle de Isabel.