Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

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miércoles, 4 de marzo de 2009

Historias de mi madre y su padre...

A la Niña le gustaba acompañar a su padre a la mina. Sarita siempre fue muy activa y decidida, pero sobre todo, siempre quiso adelantarse a su tiempo, ella, si quería crecer.

El sábado le gustaba más que cualquier día de la semana, el viernes en la noche se iba a dormir muy temprano para así al día siguiente levantarse a las cinco de la mañana y acompañar a su padre, le costó mucho convencerlo y utilizó todas sus armas de niña paciente y capaz para poder manejarlo, pero Sarita era el ojito derecho de su padre, fue así como acabó llevándosela todos los sábados, a pesar de tener que madrugar demasiado, y terminó enseñándole a distinguir los minerales, el motivo de las grietas y los colores de la tierra.

Al amanecer olía a libertad…
Ambos en la oscuridad del camino, la aspiraban hondamente y cómplices se cogían de la mano, perdiéndose entre las sombras.
Sara se movía en una especie de ensueño, contenta con esa irrealidad febril de lo no acostumbrado.

A la salida del pueblo, después de cruzar el dique chico ya sin temor de despertar al pueblo, su padre comenzaba a entonar una canción,( esta es mi voz que es mi sangre y tu memoria y la sentirás cuando no la oigas, te la traerá el viento y nunca estarás sola… laralala…) primero entre dientes y labios, susurrando, como un canto mudo que a Sara le llenaba el pecho de emoción impulsándole la voz, y ambos agarraban el ritmo a la vez, mientras la luna-aún- se montaba en un cúmulo de nubes iluminando el borde de los caminos negros de mina de carbón…

La niña iba feliz dentro de sus botas, con su cestita de alimentos que le había preparado su madre y el abrigo sobre ella, como si la tapara un matorral…
A su lado su padre, alto, delgado, de ojos azulísimos que relucían como un manto azul sobre las sombras del campo…

Ese día ellos llegaban antes que el resto y aprovechaban para desayunar y luego, cuando su padre repartía el trabajo a los mineros, se dedicaba a llenarle la cesta de minerales poniéndoles nombre y enseñándola a distinguirlos, algo en lo que ella ponía sus cinco sentidos y disfrutando de esa libertad se sentaba en los riscos pletórica de sueños y vitalidad, absorbiendo la magia de la naturaleza, como agarrada a un asa de viento, mientras su padre, disfrutaba observando.

Esos momentos eran espacios quietos de un presente con calma, luego fueron el refugio que permite recordar… él le contaba como era cada rincón de la tierra, ella sonreía haciendo preguntas y ambos reían a carcajadas que eran ecos en la mina esparcidos en el viento.

Luego él la besaba en el pelo despeinado y jaspeado por manchones de carbón, como quien besa un sol estriado y la llevaba a casa a media mañana, sorteando riscos y jaras, contenta pero cansada.

Todos los sucesos especiales son inmortales, obran en nosotros en el transcurrir del tiempo, invisibles, insospechados. Pueden dormir a veces, pueden ser soñados en el infinito anhelo de recuperarlos, pueden quedar sepultados, aplastados, bajo ingentes masas de vivencias y nuevos sucesos y recuerdos diversos, pueden dormir y ser soñados… y sin embargo, aunque estén dormidos, distantes, viven en nosotros y nosotros vivimos en ellos, enraizados…
Como esas culturas y civilizaciones muertas que son despertadas de continuo, esas que tienen tendencia a callar con frecuencia debido a su paso, y así engañarnos como si ya no estuvieran entre nosotros y en nosotros, pero que una vez llamadas al recuerdo, a la memoria, vuelven a actuar… un recuerdo, un hallazgo, nos advierten repentinamente de su tácita presencia, y entonces, nos asalta una extraña sensación de emoción, como si quisiéramos llorar por algo o alguien que tenemos muy cerca, incluso dentro, y que hemos perdido… pero que siempre recuperamos cuando como por ejemplo, mi madre me contaba esta historia…

martes, 3 de marzo de 2009

Nuestro.

Yo te amo con la entrega
de querer siempre contigo
con el delirio que desprendo
si te miro…
delirio… que se queda adormecido
entre tus labios… prendido.

Y te amo desde mi infinito
con amor y pasión ciega,
en silencio y sin olvido.

Eres mi gloria y mi dicha,
mi pecado y mi castigo
-siempre contigo-
porque te amo desde fuera
con mis ojos, con mis manos
con mi cuerpo…
y con mi alma te amo,
desde dentro…

Tú mi equilibrio,
yo soy tu centro,
eres la piel
de la que visto mi cuerpo,
y nos late un corazón,
dentro del pecho
ni tuyo ni mío,
Nuestro…

domingo, 1 de marzo de 2009

Mamá Cuéntame un cuento...


Mi madre siempre tuvo un baúl de madera labrada muy bonito, se lo regaló un anticuario francés amigo de mi abuelo, el día de su boda, por lo visto tiene mucho valor, todos lo cuidamos con esmero, aún lo conserva, pero es otro su valor verdadero.
Allí guarda su diario, sus recuerdos, sus amados objetos, pero sobre todo eso y por lo que esto escribo… eran los cuentos.
Mi madre se inventaba historias maravillosas, mi madre escribía cuentos y le era sencillo… sólo dejaba volar su pensamiento, como yo el mío…
El baúl estaba lleno de cuentos, antiguos y más nuevos, los universales de autores famosos y los que ella llamaba suyos, escritos con letra inquieta llena de amor y de prisa, motivo de tanta sonrisa en sus niños y niñas…
Mi casa tenía seis habitaciones, la de mis padres, la del “ por si alguien” (Invitados) la de una señora que cuidaba a mi abuela y ayudaba en la casa y las tres restantes, según mi padre para los arrasantes, dos en cada habitación porque sea dicho de paso mi padre con tener ¡Seis Hijos” vaya que si arrasó… qué locura, pobre mamá, cuatro chicas y dos chicos…
Entonces dormíamos dos en cada habitación… En las noches de invierno sobre todo, mi madre nos leía un cuento a cada dos… entraba a suerte en que habitación entraba primero. Después de cenar, el que comía mejor tiraba primero… mi madre ya nos atrapaba desde el principio como la de sin querer queriendo… era un salero.
Era curioso como después todos nos íbamos a la cama sin pensarlo, ella esperaba a ayudar a los más pequeños y después iba a su baúl y en unos momentos elegía el cuento, unas veces suyo y otras ajeno… nunca el mismo en cada habitación, con sus tres cuentos o libros o cuadernos, entraba en la primera se sentaba en la alfombra que separaba las dos camas y comenzaba a sonreír mientras contaba…me encantaba oír a mi madre mientras el sueño me llevaba, su imagen guapa, su cara de niña y esa dulzura en su cara y su sonrisa amplia iluminando la mía… era la última imagen en la noche y la primera de Alba…
Una noche mi hermano pequeño, le dijo a mi madre:
- Mami ¿porque ya no le lees cuentos a mi hermana y hermano mayor?
- ¿Te has enfadado con ellos o se portaron mal y les has castigado?
- No mi niño, tú sabes que eso no entra en los castigos, ni tampoco me enfado tanto como para eso… lo que ocurre es que ya crecieron lo suficiente para leer por si mismos… aprendieron y crecen por fuera y por dentro, se enriquecieron… porque aparte de leer aprendieron ya a regalar su tiempo y así yo, puedo disfrutar del vuestro y dejar algo para el mío… cuando crezcas y aprendas lo entenderás.
- Mi hermano sonriendo, se dejaba dormir oyendo su cuento.
- Y todos sus cuentos llevaban una lección dentro, sabía sacarle a todo, su provecho.

Un día mientras me leía a mi, yo estaba muy seria y creo que a punto de llorar, y ella me dijo: “Anda princesa de mis cuentos, cuéntame tú a mi, ¿que te pasa hoy?
_Mamá, yo no quiero ser rica, no quiero enriquecerme, ni tampoco crecer”

Ella disimulaba su asombro, me miraba con sus dos lindos ojos y algo más seria dijo: “eso no está en nosotros mi niña, ahí no cabe elección, se va uno con el tiempo creciendo y sabiendo, tú crecerás y te aseguro que te enriquecerás, así que serás rica… pero no es malo ya lo verás”.
-Mamá yo soy pequeña, pero ya sé medir mis sentimientos, sé lo que quiero – mi madre espantada- y sé lo que no quiero…
-¿Y qué quieres tú mi niña? ¿Ser siempre pequeña?
- Si enriquecerme quiere decir que dejaré de oír tu voz leyéndome cuentos cada noche y dejar de ver antes de dormir tu sonrisa, no quiero ser rica y si ello lleva no crecer, tampoco quiero crecer, porque este es el momento de mi día, que más rica me siento, sin él la noche es más noche y tengo miedo…
¡Pero hija eso es porque eres pequeña y tienes sin remedio que crecer, perderás tanto a lo largo de tu vida¡ y eso te va a enriquecer.
Entonces mi madre guardó silencio, yo sentí su emoción y me abrazó suavito, y lento, con ese ritmo de acuno que mecía mi cuerpo…

Era en esos momentos cuando ella me contaba una historia sin leer, una historia que venía a cuento… siempre con su provecho… y el mío sin dudarlo.

Mamá te quiero… léeme un cuento… hoy tengo miedo.