Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

La Tierra
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jueves, 5 de marzo de 2009

Sin voz.


Hoy al entrar en mi blog, se me antojó una hoja en blanco… me sonó a música de libertad, sin comentarios, sin lectores, ni mapas, ni nada que observar- sola y blanca-

Y ¿de qué quiero hablar, ahora que sé que no me van a observar?
¿Me dejo llevar por esa hora mágica que aprovecha el amor, cuando la existencia aparece como otra hoja en blanco?

Está todo por decir…
Y también por escribir…

Hoy me voy a esforzar
por detener las horas del anochecer,
con el ansia de no dejarme escapar,
-yo misma a mi misma-
soltando los impulsos,
ya que escribo- no dejarme callar-
robarme la voluntad…

Y robarle a mis labios
la materia volátil del sentimiento,
-con suaves palabras-
apenas susurrando…
materia que sube desde mi corazón.

Me hubiera gustado que fuera más sencillo,
pero cuesta lograrlo.

Me hubiera gustado, que mi corazón
y mis labios,
se hubieran dado un abrazo,
pero no sé si entre el alma y el cuerpo
hay un encaje perfecto.

Sobran los labios
para cantar el amor…
El silencio calladamente,
guarda todas esas palabras
de materia volátil
de la que yo hablo.

Pero ahora,
yo no tengo una canción
¡Quería contarte muchas cosas!
y sin embargo…
de repente la pantalla ha reaccionado,
a mi se me apagó la voz
esa voz, anhelada
que solo escribiendo, no se queda en un conato
a filo de labios…
Y alguien llega,
y ha comentado- ¿Se atienden los reclamos?

-claro- yo fui la primera
que entré reclamando
esa voz, viva voz…
que modula el canto
al ritmo del vuelo
de mi corazón…

O tal vez Sueñas...


¿Recuerdas dios de alabastro,
cuando mis labios recorrían tus labios
tímida primero, incisiva luego?
¿Recuerdas también cómo mi boca
tal como rosa, ardiente y roja,
abría sus pétalos en un beso de amor
abriéndose al sol de tus labios?

¿Recuerdas –lobo estepario-
ese refugio
donde querías quedarte,
ese espacio siempre tan buscado
al cálido abrazo de mis brazos?

El gusto, el tacto, el roce
de menta y chocolate,
el instante transformándose,
la brisa marina,
la brizna de hierba
que olía a lluvia…
la seda quebradiza
temblando entre los dientes…

¿Recuerdas dios silente
cuando unos labios
al roce de otros labios,
tiemblan…
en una caricia y un combate
que se llama estremecerse?

Sé que lo recuerdas
y también lo sueñas,
que el corazón se te queda pequeño
acelerando sus latidos
cuando me piensas…
y se te quiebra el aliento,
dejando tu alma contenta,
pues aún sin tocarme,
con sus ojos me besas…

Lo sé dios de alabastro
que sin haberlos besado
sabes y sientes
el sabor de mis labios…
esas avenidas de jazmines
de frescos aires,
de eucaliptos, de pinos verdes,
de rosales
que esparcen sus pétalos
sobre tus labios,
que ansían besar mis labios…
También mi frente,
ambos, ¡Apasionadamente!

miércoles, 4 de marzo de 2009

Historias de mi madre y su padre...

A la Niña le gustaba acompañar a su padre a la mina. Sarita siempre fue muy activa y decidida, pero sobre todo, siempre quiso adelantarse a su tiempo, ella, si quería crecer.

El sábado le gustaba más que cualquier día de la semana, el viernes en la noche se iba a dormir muy temprano para así al día siguiente levantarse a las cinco de la mañana y acompañar a su padre, le costó mucho convencerlo y utilizó todas sus armas de niña paciente y capaz para poder manejarlo, pero Sarita era el ojito derecho de su padre, fue así como acabó llevándosela todos los sábados, a pesar de tener que madrugar demasiado, y terminó enseñándole a distinguir los minerales, el motivo de las grietas y los colores de la tierra.

Al amanecer olía a libertad…
Ambos en la oscuridad del camino, la aspiraban hondamente y cómplices se cogían de la mano, perdiéndose entre las sombras.
Sara se movía en una especie de ensueño, contenta con esa irrealidad febril de lo no acostumbrado.

A la salida del pueblo, después de cruzar el dique chico ya sin temor de despertar al pueblo, su padre comenzaba a entonar una canción,( esta es mi voz que es mi sangre y tu memoria y la sentirás cuando no la oigas, te la traerá el viento y nunca estarás sola… laralala…) primero entre dientes y labios, susurrando, como un canto mudo que a Sara le llenaba el pecho de emoción impulsándole la voz, y ambos agarraban el ritmo a la vez, mientras la luna-aún- se montaba en un cúmulo de nubes iluminando el borde de los caminos negros de mina de carbón…

La niña iba feliz dentro de sus botas, con su cestita de alimentos que le había preparado su madre y el abrigo sobre ella, como si la tapara un matorral…
A su lado su padre, alto, delgado, de ojos azulísimos que relucían como un manto azul sobre las sombras del campo…

Ese día ellos llegaban antes que el resto y aprovechaban para desayunar y luego, cuando su padre repartía el trabajo a los mineros, se dedicaba a llenarle la cesta de minerales poniéndoles nombre y enseñándola a distinguirlos, algo en lo que ella ponía sus cinco sentidos y disfrutando de esa libertad se sentaba en los riscos pletórica de sueños y vitalidad, absorbiendo la magia de la naturaleza, como agarrada a un asa de viento, mientras su padre, disfrutaba observando.

Esos momentos eran espacios quietos de un presente con calma, luego fueron el refugio que permite recordar… él le contaba como era cada rincón de la tierra, ella sonreía haciendo preguntas y ambos reían a carcajadas que eran ecos en la mina esparcidos en el viento.

Luego él la besaba en el pelo despeinado y jaspeado por manchones de carbón, como quien besa un sol estriado y la llevaba a casa a media mañana, sorteando riscos y jaras, contenta pero cansada.

Todos los sucesos especiales son inmortales, obran en nosotros en el transcurrir del tiempo, invisibles, insospechados. Pueden dormir a veces, pueden ser soñados en el infinito anhelo de recuperarlos, pueden quedar sepultados, aplastados, bajo ingentes masas de vivencias y nuevos sucesos y recuerdos diversos, pueden dormir y ser soñados… y sin embargo, aunque estén dormidos, distantes, viven en nosotros y nosotros vivimos en ellos, enraizados…
Como esas culturas y civilizaciones muertas que son despertadas de continuo, esas que tienen tendencia a callar con frecuencia debido a su paso, y así engañarnos como si ya no estuvieran entre nosotros y en nosotros, pero que una vez llamadas al recuerdo, a la memoria, vuelven a actuar… un recuerdo, un hallazgo, nos advierten repentinamente de su tácita presencia, y entonces, nos asalta una extraña sensación de emoción, como si quisiéramos llorar por algo o alguien que tenemos muy cerca, incluso dentro, y que hemos perdido… pero que siempre recuperamos cuando como por ejemplo, mi madre me contaba esta historia…