Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

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lunes, 30 de marzo de 2009

Mi vecina Isabel.

Isabel ha vuelto esta mañana de Bruselas, estuvo enferma y Pablo-su hijo- se la había llevado hace un mes, hoy la vi y qué alegría y qué ternura me provocó el verla, le llovían sus ojos llenos de cariño.
-Niña, mi niña qué feliz estoy de verte, cuánto te eché de menos… y yo, he vuelto a mirarla ¡Me duele su fragilidad!.
No baja la escalera según su costumbre, esbelta, firme y segura, va doblada sobre su espalda y apoyada en un bastón ¡Pobre Isabel!, pero aún conserva el lujo de sus manos buenas… y las envolví entre las mías…
¿Qué te pasó Isabel?
¿Por qué estás así?

Ay, niña, me caí en casa de mi hijo y me rompí la pierna, ya te decía yo que no debía irme, solo le acarreé problemas.
Vamos Isabel, no digas eso, las cosas pasan en el justo momento, no pienses en ello, ya pasó y estás aquí.
Es que todavía resuenan en mi cabeza las palabras escondidas-“ay y ahora los dos trabajando y un niño de 4 años, ¿Qué vamos a hacer?...
Bueno Isabel las palabras a veces no dicen lo que parece, adoptan un sentido sin intención, que aunque creas que es un reproche o una queja, solo es una preocupación, esas palabras no pueden tener otro significado viniendo de tu hijo, a veces son como el viento, ese que sopla en nuestros oídos con medias palabras que casi no sabemos lo que nos cuentan… y que sin querer salen corriendo juntando puntas de palabras, caminando pequeñas, enhebrando una realidad que jamás comprenderemos, Isabel deja de quejarte y vamos a celebrar tu vuelta, te invito a desayunar.
Por el camino no paraba de silabear a medias palabras, persuasivas y quebradas, ella me contaba que su nieto no la conocía, que la había visto cuatro veces, a una por año y que en cada una de ellas, cuando ya empezaba a acercarse y tomarle confianza, se tenía que marchar y que a ella le dolía por dentro que su nieto no recordara los gestos, las palabras el rostro y la voz de su abuela como yo lo hacía con mi abuelo.
Le apreté las manos y le hice un guiño, “Mira Isabel, un día mientras mi abuelo y yo estábamos en la sala leyendo él y estudiando yo, le dije: Abuelo mira, un cervatillo blanco se ha asomado al cristal de la ventana”, en la sierra los hay pero en el monte, nunca tan cerca y dijo mi abuelo:” Anda niña fantástica, si yo no lo veo, tú tampoco” y me miró de reojo y sonriendo como esperando, entonces le dije convencida y sin darle la menor importancia: Abuelo tú no eres un niño, yo si, los niños tenemos más grande la mirada-eso dices tú- más transparente y no ocultan nada y podemos ver donde por ejemplo tú no ves, aunque ni siquiera lo entendamos, y ahí, al filo de la ventana se ha asomado un cervatillo blanco”
Isabel tú no eres una niña, pero tu nieto si, y seguro que tiene también la mirada grande, le interesas aunque no lo sepas, él te ha visto ya y cuando cierre los ojos al pensar en ti, sabrá tu rostro…
Vamos Isabel tómate el café y no te quejes tanto, si en vez de eso intentaras ver con la mirada grande, esa que va más allá de lo aparente… a veces me recuerdas a mi abuela, tan quejita, un día estaba en la sala con mi abuelo y ambos no se percataron de que yo estaba sentada en el suelo tras el sofá jugando con un puzzle, mi abuela no paraba de quejarse por todo, era esa clase de mujer que de tan mimada por mi abuelo, cuando cogía un catarro, parecía que se le estuviera partiendo el corazón…
Y una de esas veces, acabó un poco con la paciencia infinita de mi abuelo, y le soltó una frase en francés con un timbre fuerte y seguro en su voz, mi abuela le dijo: No me hables en francés, hazlo en español, que cuando te enfadas, haces eso y no te entiendo bien, y entonces eres para mi, solo silencio… ni te advierto. Entonces mi abuelo le dijo: Anda mujer, que aún tienes manos para agarrarte a la vida y dientes para morderla… vamos camina que tenemos que ir a la tienda.
Mi abuela se cogió del brazo de mi abuelo y cuando salían, mi abuela se miró las manos y con una de ellas se tocó los dientes, al paso, los dos sonreían… pues eso Isabel, tan quejita como mi abuela, eh sonríe Isabel- Isabel sonríe- con ancha sonrisa…
anda venga tómate el café que se te enfría…

Dame un beso niña…

domingo, 29 de marzo de 2009

Aparecer y luego irse.



Apareciste cuando yo emergía de un pozo profundo al que me costó mucho encontrarle la salida, andaba entonces acechada por la melancolía y sumida en las paredes húmedas de la nostalgia, escribiendo feroces versos en la portada de cada arista de mi piel, sajándome el alma.
Un día de esos, unas manos, una mirada, unos versos, agarraron mis rubios cabellos derramándose en ellas y desparramándose entre sus dedos, haciéndome subir al sol, y pude sentir que la primavera no había desaparecido. Yo me extirpaba un amor torturado que tironeaba de mi barca sin dejarla abandonar el puerto… atrapada en unas redes tan plateadas como cubiertas de moluscos.
Tengo una torpe manía de escribirlo todo, tal vez no debería hacer constante la crítica de los sentimientos que un día nos ayudaron a vivir, tal vez yo no debería escribir tanto de eso y de cuánto, pero escribir es mi enfermedad incurable, en la fuerza de la alegría y en la pasión de la desdicha, subo descalza por las piedras de mis sentimientos, a veces me caigo y otras me levanto, pero confieso que hacerlo me hace a veces-que no siempre- llegar al lugar donde el aire libre suprime la cruz y el calvario y derrama la luz y la dicha, es lo mismo que la cara y la cruz de una moneda que por un lado es luz y por otra es oscura como la endrina.
Dichosa soy de poder hacer, no por facilidad en la pluma, sino por recuperarme tantas veces con ella para sobrevivir a tanta emoción y a tanta ansia de rescatarme a mi misma, es el orgullo del feliz, escribir sus alegrías y el orgullo del desdichado, tal vez soy una pretenciosa que busca en las letras lo imposible de lograr, ya que está todo logrado, pero seguiré escribiendo hasta que todo se desvanezca o todo reviente y se ilumine.
No sé si todas las palabras son de colores dentro de mi, a veces no encuentro el modo de expresarlo, no sé si a veces invento el fondo o la forma de contarlo, pero cuando lo saco lo veo de otro modo, cuando encuentro el instante justo de desvanecerme incansable buscando metáforas que cuenten precisas lo que mis palabras digan…
Puede que invente un muro o que pinte sin saber pintar, pero dejo mis manos sueltas o mi boca, o mi cara o mi alma en mensajes de amor por la vida que sube y revienta en las estrellas… esto que estoy escribiendo no lleva deseo de perfección ni siquiera lo lleva de verdad, simplemente es el jardín cerrado de lo que llevo dentro, a veces me avergüenzo de que no sea mejor o de que sea poco, pero sea como sea lo plasmo para que no se lo lleve la memoria del olvido, aún sabiendo la incapacidad que llevo entre los dedos por no ser ni poeta ni escritora, pero no puedo disfrazarme, solo dejo mi participación de lo que siento, o a veces la confusión de algunos recuerdos, en mi pequeño mundo visual de las cosas.
Cuando escribo, llego precipitada a todo, a doblar las esquinas, a comerme el asfalto, a encontrar bellas las esquinas por donde paso, los quicios, a sorber las miradas, las sonrisas, las puertas de otras casas, los parques, las palomas, rescatarlo cuando las nubes pasan de prisa, o el viento las arrastra y la lluvia las decolora, las voces, esas que se disuelven, la primavera acercándose cada año… es una urgencia de agarrar entre mis manos las palabras y hacerlas letras, porque todo en esta vida llega, cambia, camina, se encariña y se va… Por aquello que decía mi abuelo, “ escribe y rescata las cosas de la memoria del olvido, las cosas de los mortales todas pasan… agárralas”… las cosas, las voces todas se quedan dentro, a veces mejor no oírlas, encementar los oídos, pero yo dentro de todo, nunca seré un retrato mudo… estaba diciendo que llegaste y no sé donde yo me he ido.

Y si...


Déjame ser jardinera
En tu jardín habitable
Que ya no entiendo porqué…
Me eres inevitable.

Si no apareces,
mi corazón profundo
queda desnudo
y en una cueva sin aire
bracea oscuro…
agonizando.

Y si regresas,
mi corazón suena
como un estertor que aletea,
con ese latir de ave
que veloz cruza el aire,
volando...

y soy viento

luz,

y soy sueño...