Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

La Tierra
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domingo, 3 de mayo de 2009

Me gusta esa hora.


La noche avanza como una sábana de sombra, va tapando destellos que se arrastran penosamente por el cielo de los restos de la tarde, como si una mano galáctica la fuera tendiendo de un extremo a otro de la bóveda, algún punto de luz emerge de alguna estrella que inaugura la noche saliendo. Me gusta esta hora cuando aún no se encienden las farolas, mientras el entorno se viste de contrastes y luces mortecinas y oscuridad incipiente, esa hora mágica que turba y llama a la musa, esa aliada que alerta la inspiración y que a veces dura solo un momento asaltándome con fugaces destellos, y que me apresura a agarrar la pluma en medio de guiños de luna…

Y luego el mundo vuelve a estar como lo había dejado, en los linderos reales de las luces vitales y naturales del entorno, aunque a veces también se cuele por lo ojos como la musa misma, esa que gira en la sombra y que te encuentra y te abraza cada instante sin frenar su paso, cuenta contigo mil segundos y apenas si la notas cuando llega, atraviesa las horas esperando una caricia con algo de prisa, mientras le regalo las palabras seductoras con esa urgencia libre que reclama, y luego sale corriendo dejándome una limosna del tiempo que le sobra…¡Ah la Musa!
Que rompe con la coyuntura entre mi alma y la suya, que me rompe los segundos y luego, roto todo y esparcido, yo hilvano buscando su sentido…
La que me saca dormida de entre las sábanas y me pierde en las avenidas de su hermoso sentimiento.
Magullo puños, silencio labios, hiriéndome la piel en un sueño, sangrando mi corazón en su ilógica agonía, en ese último suspiro del silencio…

Entre su paso y el mío,
hay un espacio cerrado
se acerca, me acerco,
nos acercamos…
prestándome mano y labio.

Mi pluma es esa dama que yo llamo inspiración, que bulle en mi corazón y la tinta que de ella brota tiene color de mi sangre, porque en ella se engendró.

Gritos y Otros Gestos...


Cuando del corazón surge un grito amarillo / grandes sargas se extienden sobre rostros amados. / Me dicen que ya es tarde y que el pastor de sombras / es ahora obediente a manos invisibles".

Antonio Gamoneda.



En qué lugar llevamos la confusión,
dentro de nosotros
o en las mismas cosas sencillas…
Siglos inadvertidos a cuestas llevo,
y sobre mi corazón, música y silencio,
tan negligentemente volcados a la vida,
tan confiados, tan deshojando efectos
que no he solicitado.

Delante de mis ojos,
se muestra el mundo entero,
y lloro sin embargo la angustia
de no hallarlo,
y en sus tardes de dalias me disperso y me arrojo,
soledades me llevo
al silencio quieto, a la ausencia entera,
al clamor incierto, al dolor de un verso
al disfraz de un sueño,
y todavía me busco y tampoco me encuentro.

Y me arranca la vida alguna espesa mañana
en que busco sin tregua
esas manos azules que al alba despereza,
que al corazón araña, buscando su sangre,
su esencia, su almíbar,
en este empeño mío de desgranarme por dentro como quien borda en un lienzo
las letras esparcidas que me he cosido dentro.

Y busco, y siento y no entiendo,
y me pierdo en los charcos de luceros eternos,
que me llevan inciertos al peso de la noche,
y me voy del mismo modo
en que vuelan mis miedos,
voluntarios a probar un antídoto y no morir en ese ahogo,
que me dobla el alma de amor por todo y entre todas las cosas,
rescatados al fin de silencios impalpables…
tan perdidos, tan frágiles, como el candor de un sueño
que me evacua el alma por los ojos…

Y bebo y no puedo absorberlo,
el mágico bálsamo de la indiferencia, que a veces anhelo y que no poseo,
Son tan cómplices mis versos,
cuando en la tarde se escapan y derraman silencios,
vaciando mi pecho...






sábado, 2 de mayo de 2009

Yo Tampoco.


Un día tampoco yo, quise levantarme
de aquél presente entonces
en que en las noches de invierno a verano,
andábamos sin habernos siquiera ni intuido…
no te he visto, pero quizás te haya imaginado
empozando tu llanto, en esa vasija sin fondo
que guardaste y que aún andas sacando,
en ese frío y lejano traspatio de tus recuerdos.
No sé, quizá aún reniegues mi ausencia,
como yo reniego tu falta…

Y si, ojala fuera y te encontrara
exaltado en mi mirada,
con ese ramillo de jazmín y romero
que soñabas en mis manos,
con tu misma ingenua angustia
y mi infantil deseo
de contarte, cuantas veces en mis sueños,
he dormido entre tus brazos…
y no te imaginas cuantas otras
te recorrí como viento
en la madrugada
hallándote loco y taciturno
entre las sábanas… si, cuantas veces,
me agarraba a la certeza
esa de la que tú hablas,
con cada beso que estallaba
en aquél soñado horizonte
donde tú tanto me aguardabas…
con la más loca de tus ansias
y la más impaciente de mis ganas.

Esas que nunca hemos saciado,
con esas manos nuestras
envueltas de alba,
es cierto, tú lo dices,
tráeme mi niña
la luz de tu mirada triste,
tristemente lejana…
que la oscuridad espera, y es larga…