Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

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martes, 14 de julio de 2009

Interioridades.


Necesitamos de los demás, no cabe le menor duda, y de cualquier forma buscamos que alguien se dé cuenta de que existimos y eso nos importa mucho, que unos ojos se paren en nosotros y nos reconozcan, sentir que nos consideran, eso nos hace respirar, sentirnos vivos.


Esa circunstancia nos ocurre desde niños, nos gusta llamar la atención de quienes amamos sobre todo, en esa época queremos ser el centro por ejemplo de nuestros padres, pero yo en particular, siempre quise ser el centro de la atención de mi abuelo, él y yo teníamos una relación de auténtica estrechez, era mi abuelo, mi amigo, mi profesor, mi modelo, no sabía ser sin él, por eso cuando murió, vomité el alma por los quicios.


Entre mi abuelo y yo había una complicidad que parecía una prolongación en uno del otro, la cara de mi abuelo con su expresión era para mí, una frase, una explicación o un poema, no hacían falta en bastantes ocasiones las palabras, precisamente porque estas en ciertas personas y ocasiones, se ponen en los rasgos dándoles fuerza y ofrecen mil combinaciones, pero para eso hay que disfrutar de una relación estrecha y continuada, basada en la total confianza y en la admiración, porque eso era lo que yo sentía por mi abuelo, un cariño infinito y una admiración desmesurada, por eso casi siempre cuando mi abuelo y yo nos mirábamos, no teníamos que esforzarnos en decir lo que en nuestros rostros nos contábamos, lo captábamos de un simple vistazo, sin preámbulos.


Cuántas veces mi abuelo me miraba y yo comprendía que no le había gustado algo que había hecho, yo leía en su rostro una confusión de sensaciones, la sorpresa se dibujaba en sus ojos y las cejas le dibujaban un arco de sombras que a mi me recordaba la entrada de una cueva oscura, y entonces yo sabía cuanto era su enfado, pero él nunca olvidaba que yo solo tenía seis años y que me sentía al mirarlo como una hoja arrastrada por todos los vientos. Entonces me acercaba a él poniéndole mi mano menuda en su mano y guardaba silencio, luego ambos asidos de la mano, nos íbamos adentrando en una charla por el patio hasta llegar a la terraza donde se evadía mi tía Milagros, y allí me explicaba que siempre tenía que saber y retener aunque fuera pequeña, de donde venimos y a donde vamos y así asimilar que hay cosas que no podemos hacer, si queremos guiarnos por el camino que siempre desearíamos, pero que aún así, esos tropezones, aunque no gusten, enseñan lo que verdaderamente no se quiere hacer. Y yo sin saber muy bien porqué, lo entendía perfectamente.


Después nos quedábamos quietos uno junto al otro mucho rato sin que ninguno de los dos pronunciáramos palabra alguna, mientras la tarde se fundía en una la luz entre melaza y azul, que iba tiñendo el entorno. Unos momentos entrañables que descansan en mis recuerdos y me acompañan siempre.



El interior de cada uno es como se deja leer...

"de cada uno, íntimo y personal"

hay quien lo tiene muy superficial

y otros aunque profundo, no tiene con qué llenar,

y otros lo tienen tan profundo, sin límite para ahondar,

de tanto que lleva y desea guardar...

domingo, 12 de julio de 2009

La linde de tus labios




Yo sueño con la linde de tus labios

y entrar con ella planeando al universo.


Soy en la noche una llama

que aviva las candelas

que tu cuerpo me produce,

crepito, avanzo

me baño de ardor

y en medio de las sombras

me vuelvo resplandor…


Se eleva mi interior

y me mezclo en los desiertos,

en las montañas, en los ríos

y en todas las mareas,

océanos que avanzan

al ritmo de un latido

que me lleva hasta tu alma.


Yo soy la llama

que incendia nuestro aliento,

gemido en el viento,

eco en el abismo,

la luz en la mirada…


Y floto

en la linde de tus labios

me poso en sus aristas

respiro su brisa,

y luego vuelvo

con el día a punto de encenderse

con ascuas de la vida.

Sucede


Sucede que escribo mucho sobre la gente, que he aprendido a observar, cuando voy por la calle, cuando espero en las colas de los sitios públicos, observo y mi pluma se mantiene despierta en un afán de buscar motivos para trabajar, mi pluma que nunca descansa sobre mis amigos, familia, conocidos, desconocidos, mis inventos e incluso de mí misma… a veces unos llevan su historia escrita en la frente o grabada en sus miradas, y otras veces sucede que me entretengo en imaginar los motivos a partir de un detalle que no me fue indiferente, aunque para mí nada lo es.


Es sencillo perder la mirada en la que queda impresa una imagen recién retenida y dejar volar el pensamiento, entonces construyo una historia de palabras, de gestos y también de vivencias.

Y sucede que todo me puede motivar, una conversación que me llega con el aire o una mirada que vale más que mil palabras o aquella otra frase que saltó del banco de al lado hasta el mío en un jardín de un parque, o entre las sombras de los árboles de cualquier plaza o de la tristeza que ajena a mi mirada por mi lado pasa…


Resulta un ejercicio fantástico buscar razones de los demás para implicarse, es hermoso captar palabras que se escapan como suspiros, una actitud, una sonrisa que te llega al alma.


Los que me conocen lo saben, sucede que me quedo parada en un punto del instante que consigue conmoverme. No es fácil despertar la emoción, cuando ocurre, vale la pena recrearse en ese mundo cargado de emoción y en esos blog que leo a diario que consiguen con sus escritos que yo pueda recrearme. Gracias a la palabra escrita o hablada, nos dejaron todo, nos dejaron la palabra.