Una noche cualquiera…
Mi mesa y el café, mis apuntes de versos inacabados, el silencio que me busco para acabarlos, mis libros apilados, el ordenador y la tinta roja del sentimiento, derramado en mi cuaderno…
El zumo de luna como una enredadera, baja a mi ventana desde algún punto de alguna estrella…
Se cuela por mis venas
gotea su espesura por mi aliento,
y como un relámpago,
me explota dentro…
Y se produce el encuentro, la pluma, la luna, su luz y el sentimiento, y este silencio de fuera que no lo guardo dentro…
Se arraiga, se alza, se vierte
y se rompe hasta dejarse ver,
en letras sin retornos
y con un algo de vértigo,
se desnudan en ágil torbellino
y la pluma va trazando caminos…
Sigue el rastro de mis pasos, el latido de mis sueños, sale de su letargo.
Con sus alas de pájaro, va dejando su vuelo entre mis manos con suaves aletazos,
mis dedos que escriben
mis labios que asienten ,
emprenden la aventura en busca de
y todo fluye… sencillamente.
Solo es dejarse guiar, como el agua que camina por los surcos de la tierra alterando la floresta, y la sangre que sube o que baja por la estrechez de las venas…
Como en un paréntesis de soledad crece el deseo de contar, y en un momento pleno y propio, los pensamientos se convierten en criaturas voladoras mientras que por la piel, suda sensibilidad…
Abres el corazón y abrazas su extensión, con sus relieves conocidos golpeando los cantos de dentro… y explicas los detalles, te recreas en los matices y sin sentido del equilibrio, caen lentamente…
Vuelan los dedos agarrados a la pluma y desde la noche baja la luna… Sencilla y desgarradoramente…