A veces los pensamientos hacen cola en el puño de la mano, nacen desde algún lugar que los haya motivado y se amontonan, surgen en un tumulto y se colapsan, aguardan hasta ser reconocidos, y luego o se les da libertad, o se convierten en gaviotas a las que se le han cortado las alas, otras veces son como arañas tejiendo transparencias y sorben las defensas, los miedos, los amores, las penas y alegrías, las miserias, y los sueños de animalito hambriento de biblioteca, que bebe de un océano de huellas…
Después de retornar al universo de los espíritus mansos, te serenas y te hablan y te cuentan, Traigo esto de aquí, esto de allá, esta es la voz que se escucha en el centro del pecho, los que están, y los que dejaron de estar, los que fueron olvidados, los reemplazados, los que se sentaron de otra manera, los irreemplazables, los confesables y los inconfesables… menuda jauría de pensamientos se amontonan a veces en un momento… algunos son sorbidos, truncados, transparentes, malintencionados, hermosos, acaudalados, interminables y también rotos… pero están todos.
Y te encuentras con ellos, y caen a tus pies, a los pies del cante, la manera irrepetible de entregarse con algarabía o desangrándose…
Y con una voz tan joven, tan irremediablemente joven, como el regreso eterno de las generaciones… Tanto pensar, pensar, para actuar tan mal, ¡Vaya pensantes!