Yo escribo desde mí misma.
Desde mi interior, que como cualquier otro lugar tiene su nombre, mi lugar se llama Santuario y no es el mejor ni el peor, es distinto y único porque es mío y como mío, y no de otro, es solo y autónomo...
Soy un lugar lleno de sensaciones naturales, o sea de naturaleza, siento, vivo, y soy consciente de ello.
ME INCLINO HACIA EL MAR, SOY COLOMBINA, Y estoy rodeada de agua y de sal y llevo el sol en la mirada, el de los 40 grados que a veces la ciega, la pasión de la luz con la que veo todos mis adentros y lo expreso, al menos lo intento de día y también de noche, esas noches estrelladas de playa mojadas de olas plateadas. Vivo amparada en mi luz y a veces me separo en las sombras.
Y siempre cargada de sueños que aireo en mi ventana como pañuelos al viento aún en silencio.
Me siento afortunada, aunque el amargor lo guardo para mi soledad, suelo vivir endulzada,
procuro acompañarme mucho de mi fuerza, no aparto el dedo del renglón cuando de verdad quiero trazarlo, me crié en una familia muy peculiar, cada uno me dejó algo de herencia, positiva y negativa, a la que yo discierno, cada vez que lo requiero.
Tengo más fe en el evangelio apócrifo que el que siempre me enseñaron, aunque uso lo bueno que puede aportarme cada uno.
Ya no creo en los reyes magos aunque no me gusta romper la ilusión de los que creen durante toda su vida en algo que no está demostrado, uso el respeto para los que así lo eligieron.
Ya no creo en los príncipes azules, pero si en el amor, eso por descontando.
Nunca se calcó el color del alba,
Yo los pinto de nuevo,
todo lo inédito que me regala la vida …
A pesar (como dice Jorge DeBravo),
de todas las cosas que pasan
todavía queda algo, un sarro bueno
en el vaso frutal de la esperanza.