Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

Corramos... Hay que salvar el planeta.

La Tierra

La Tierra
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miércoles, 10 de marzo de 2010

Dos manos cubriendo dos manos en un trazo en blanco...


María alarga la mirada sobre el horizonte, desaparece el radio de visión exterior, nada intercepta su vista, ofrece de pleno una panorámica interior y no hay obstáculos para que se abra camino, vuela su imaginación... no hay trabas para la contemplación...

María tiene fija la mirada en unas manos, unas manos largas de pianista pero en cambio son manos ásperas de artista, como las manos de quien cuida las rosas de un jardín o da forma a la arcilla,
se imagina su tacto...

No le importa, porque maría quiere sentir esas manos que la toman entera, que la acarician, que se abren camino, un tacto imaginado encendiéndole con rastros de ternura el corazón., y despertando su deseo...
María ha perdido la mirada de tan lejos, esas manos nunca le han puesto las manos encima y sin embargo... la impresión es tan cierta que podría explicarla con detalles, recrearse en los matices, sentir la certeza...

La respiración de maría tiene un ritmo intermitente como si todo ese horizonte lo hubiera recorrido a campo traviesa y el pulso le late con fuerza y unas manos se dibujan a lo lejos, mientras María se levanta despacio y se aleja de ese universo que tiene vedado, y camina despacio como de puntillas con el temor de romper el hechizo y descubrir a la vez la limitación del sueño... como un ritual, ese encuentro en el horizonte, tiene siempre ese punto parecido a la emoción de un encuentro, y María, del horizonte hacía un trazo en blanco donde dibujaba unas manos...el resto era dejarse llevar, soñar... y luego al caer la tarde se alejaba, y le pesaba el aliento...

María se aleja, siente su pecho anhelante,

aguas saladas la inundan

sube la marea,

hasta parir por sus ojos...

tras de las manos

en la última fila,

tímido y áspero

como esas manos,

se pierde el beso que intentamos,

y que imitamos... desde el horizonte lejano.







lunes, 8 de marzo de 2010

No sé que tengo...




Esta noche me roza la tristeza,
Me corre por las venas
Me sacude, me habita, me transita…
He parado el reloj
Y dejo que la luna se derrame en mi almohada
Nutriendo mi piel con silencios profundos,
Se enredan en mis dedos
Entran por mis ojos
Y se hacen dueños de mi yo,
Solo soy silencio… no sé que tengo…
Como hilo de seda recorre el pensamiento
Como aliento de espuma
Levanta su vuelo donde la luna
Envuelta de plata acecha mi inquietud
Mi sola compañera…
Que derrama en las fisuras,
Pizcas de amargura.
Qué tendré esta noche
Que paro los minutos
Tras el cristal vedado de mis ojos cerrados,
Muriéndose hacia dentro
Como un beso soñoliento en su largo trayecto…
Esta noche no sé que tengo…
que enajena mi pecho.
Tristeza, límpida luz
que en mis pupilas presa
embargas la mirada,
me quedo dormida en ti
con la sombra de la noche a mi espalda.

sábado, 6 de marzo de 2010

En el Parque el otro día...


Uno de estos días en el parque, mientras esperaba a una amiga para irnos al cine me llamó la atención una pareja de abuelos sentados en un banco, pensé que pasaban los 70 años, pero a mi se me ocurrió echarle imaginación y llevarlos a los 17, porque realmente era eso lo que parecían, dos adolescentes libres y felices de tenerse...

Se miraban bajo la tarde tácita, una hora suave entre las cinco y las séis de la tarde, aprovechándose las horas benignas en que caen las hojas para solearse mientras llega la hora de la merienda, entre los silencios en calma llenos de confianza de sentirse acompañados. Había confianza en sus ojos cuando se detenían en sus rostros, a veces no se miraban a la vez, se contemplaban a hurtadillas...

Hay imágenes que se quedan grabadas en el pensamiento y se quedan retenidas, como fotografías que no se hicieron pero que guardamos en el álbun interior de nuestra memoria, como las que recuerdo de mis abuelos, él con el pelo gris ceniza y ella con su pelo gris plata ... cuando en el jardín o en la terraza, en las tardes de otoño soleadas, jugaban a coger las hojas antes de llegar al suelo y ser parte de la alfombra otoñal, donde descansaban los bancos y las rosas, con los movimientos torpes de quienes padecen los años... siempre pensé que yo era afortunada por tenerlos...
Me quedé abstraída en algún lugar por donde ellos moraban y un grito "Despierta"  se apoderó de mis oídos, era mi amiga que venía tarde y con prisas...
Al pasar por delante de aquellos adolescentes me volví y les hice un giño con la mejor de todas mis sonrisas... ellos se miraron y y me miraron ambos... sonrieron...
En el trayecto pensaba que sensaciones nuevas y desconocidas embargan la recta final de la vida...
¿Cambia el interior igual que cambia el cuerpo, ese recipiente que nos contiene?
o se mantiene eterno, fuera del cuerpo... seremos otros, o quizá los mismos...