jueves, 31 de octubre de 2013
jueves, 17 de octubre de 2013
Gotas en la garganta
Y yo pienso y digo y me
pregunto
Porqué tú tan joven aún
y tan poco conocedora de la necesidad en nada, tú que te lo dieron todo hecho y
aún ahora, eres tantas mujeres en una,
como si hubieras vagado por el mundo desde la primera tierra y el primer
transeúnte,, como si en realidad conocieras la miseria y su acérrimo aliento,
como si conocieras todos los descensos, confieso que no te entiendo…
Y no lo entiendo porque
aún no conoces el infierno ni le has gritado hasta quedarte afónica a la peor
de las fracturas, no, no conoces aún nada de eso y sé que como el mundo es
mundo, lo conocerás alguna vez, pero deseo que no sea demasiado prieto tu conocimiento,
espero que no te ahogues demasiado en sus
ríos de cianuro, eso espero.
Solo eres dulce
manojito de vientos que a veces tiembla y otras arde sin demasiadas
catástrofes, aunque sea que te hayas metido en algunas guerras y muchos
frentes…
No tengas prisa,
llegarán las oscuras golondrinas a tu balcón y te dejarán la belleza de los
árboles después de llevarse tu lágrima impotente.
Tú conoces la música y
en ella incrustas tus propias melodías,
sabrás entonces prender corcheas de la lágrima alojada en tu garganta ,
esa que te embarga, y eso es jugar con ventaja, al menos no conoces con
exactitud los blues tristes de los cipreses.
Espero que al menos si
estás envuelta en esas gotas, le añadas la elegancia positiva de un acorde
abandonado de otros tiempos y la rocíes de magia.
Acaso sea cierto que no hay sed suficiente
para beberse las cenizas de todos los imperios conquistados, porque aún arden y
arderán otros sin olvidar los que pasaron.
En las manos cetrinas
se pintan los colores aún desde el fondo último de las cosas, para escalar tu
tejado y desde allí soltar la plegaria y no sentir la espera exacta de la
huida.
miércoles, 16 de octubre de 2013
Traspaso
Sigo aquí.
Luchando contra
molinos de viento y por no hacerme más pequeña en espacios tan inmensos.
Resisto blandiendo el hueso y curándome las heridas, sola, en medio de un
desierto sin oídos ni ojos, ciego y sordo.
Y yo, agitando las manos, los labios, la garganta de gritos
inservibles, como un grito rodado que va perdiendo fuerza ya incomprensible
que brilla desgastado de tanto batallarlo.
¡Y tú no me ves! No sabes leer en mis labios ni tus ojos me
mandan miradas con todas las órdenes del cielo, pasas por mi lado y me
traspasas como si entraras por la puerta de mis ojos, una puerta abierta hacia
lugares donde solo soy un mero espectador. He sentido el aire con una corriente
de puertas abiertas en alguna parte, una voz desde lo más lejano, voz de otros tiempos y aun así he despertado de
mi letargo agarrándome a lo cierto, centro mi mirada larga y … en un estado
gaseoso …
¡No me digas que fue un sueño!
Los sueños siempre
dejan algo que permiten seguir siendo.
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