Sueño y Vuelo, aunque me caiga luego...

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Corramos... Hay que salvar el planeta.

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La Tierra

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jueves, 26 de abril de 2007

Volví a DecidiR. Pasado.

Esta mañana al despertar no apareciste de inmediato como sueles hacer; pero sabía que estabas ahí, agazapado y esperando el momento para empezar a tejer tu enmarañada estela de recuerdos.

Así que decidí esperarte; no sabía si ibas a entrar sigilosamente, como acostumbras, o con las impetuosas oleadas con las que me sorprendes a menudo.

Reconozco que no sirve de nada que intente alejarte de un manotazo porque como un insecto vienes buscando tu alimento en los cajones de la memoria.

No te importa el serio silencio con el que te observo cuando lames la rezumante miel de los placeres muertos o cuando sorbes el fluido de las heridas que no han cicatrizado.

Sabes que tienes a tu favor al cómplice que vive dentro de mí atado como un perro al poste del tiempo, mientras me aplicas día tras día en las labores de una Penélope acosada de pretendientes.

Esa cómplice que soy yo misma, que te ayuda en tu doméstica tarea de mujer de Ulises es el responsable de toda la obediencia que existe en el mundo, el creador de todos los dioses y solo está a tu favor porque busca una gratificación, un escape que lo libere de la soledad que es su morada.

Y como te he dicho decidí esperarte y prestarte toda mi atención con la imaginación puesta en el ahora; observando como te empeñas en llenar de telarañas nuestras mentes para que no comprendamos lo que nos ocurre en el presente.

Voy a seguir intentando aprender a pensar de una manera nueva, una nueva manera de pensar que disuelva la falta de armonía, la pena y la desolación que confunde a nuestros corazones.

Voy a olvidar los amores y las viejas heridas del pasado, el amor cuando llega, se torna presente, el amor está en todos los corazones, , a buen seguro, me hará porque la vida es ancha.
Para que vivir condoliéndome de pena lastimera, por recuerdos, que ya, habían pasado a engrosar el libro de las leyendas

Y voy también a entregarme una porfiada plegaria, para que éste sea el último acero que me claven por la espalda, pues el amor, ,siempre me gana, él es la brújula, tras la que mi corazón equivoca su marcha y me arrastra.

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