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La Tierra

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jueves, 28 de mayo de 2009

Carta a Isabel

Mi querida vecina Isabel, se marcha el domingo.

No sabe ella lo que la voy a echar de menos, y lo que la voy a guardar en mi corazón y en mis pensamientos, yo he sido su apoyo y ella nunca sabrá lo que le agradezco que haya sido un libro sabio de ternuras lleno, del que siempre aprendo…

Isabel, voy a escribirte una carta todos los días, aunque algunas ni las leas, porque no te las mande, pero seguro que al teléfono vas a tenerme a menudo y seguiré queriéndote, tanto como tú me quieres, porque tú me has dado mucho más que de mi hayas recibido.

 

Y solo  pido que no me olvides, que los surcos frágiles de tu memoria no me desdibujen y sepas aunque olvides mi nombre, quien es esa sensación de cariño que te ronda… la chica del tercero  que te dio su cariño sincero y te puso normas para cuidarte con esmero.

 

Seguro que cuando me encuentre perdida seguiré buscando tu consejo, aunque le hable a la noche, a la luna o al viento… que son los iconos de quien nos imaginamos que vemos, será porque ellos están en cualquier parte de tu cielo y mi cielo, ese que nos contempla a todos iguales, te encuentres donde te encuentres… será por eso.

 

Ellos saben que no exagero cuando les cuento lo maravillosa  persona que eres y allí donde estés, seguirás siendo.

A la luna le gustará que le cuente cosas y me guiñará el ojo como si fuera el tuyo desde lejos, eso hacías cuando me veías decepcionada o triste, ¿recuerdas? me guiñabas el ojo y decías: “que nada te pueda niña, que mucha vida te queda para aprender de eso” gracias por ello, por tus mimos y tu consuelo.

 

Tú Isabel eres como la luz, luces más dentro, eres una sonrisa, una ternura, una esencia, eres suave y dulce como el azúcar y cuando das la mano, todo un paisaje… todo eso Isabel me has aportado en estos cinco años que llegué nueva casi a tu rellano, espero que todo lo bueno esté para ti guardado en algún lugar- si es que lo hay- después de todo lo pasado, espero que te queden muchos años para disfrutar del cariño de tu nieto Pablo, ¿Quién si no, se lo merece tanto?

 

Eres el arrojo y el asombro, la libertad de pensamiento, la tolerancia innata a pesar de lo alejado de mi tiempo, a tus ochenta años me has dado lecciones sin haberte educado en la misma libertad y habiendo vivido una guerra, esa que te regaló desde muy joven la soledad… ¡Cuanta eficacia Isabel, cuanta comprensión y tolerancia y sobre todo cuanta generosidad! yo jamás seré tan alta, el aire respira junto a ti cuando abres el corazón.

 

Gracias Isabel, por tanto y por cuanto… ya han empezado las cartas, las esperadas,  supongo que en alguna lloraré encima mientras te escriba, pero no solo de nostalgia sino de alegría por tanto cariño que me diste y que van en sus letras.

Hasta siempre Isabel, te escribiré mucho para que esa dama tuya tan frágil llamada memoria, no me arrincone y sepas quien te quiere y te piensa más todavía cuando ya no estés cerca. Un beso Isabel.

Te vas pero te quedas porque hace cinco años conocí a Isabel, mi vecina, que se hizo por si misma parte de mi vida.

1 comentario:

  1. Observo en ti tal cantidad de ternura,que siento celos del aire que respiras por estar tan cerca de ti.
    Quien pudiera disfrutar de una amistad de esas.
    Raíces de hechos muy vividos que alimentan con sabia renovada ese tronco fuerte de un árbol que se eleva hasta los cíelos para idealizar lo que se fragua a raiz de tiera: eso es amistad.

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Huellas.