
Me dueles empachada
y harta de tristeza,
tanto, que si pudiera
volvería a morir de queja.
Reflejado en mis noches
me escueces,
me traspasas,
me quemas…
Ah si mis ojos
estuvieran en su sitio,
olvidaría esa cara que tienes de veleta.
Tus huesos han perdido su cubierta
y tu voz suena a gemido,
a desafino de cuerdas,
solo eres una quimera.
Pero este silencio,
me escuece
me traspasa,
me quema…
y aún, si no acudes
el llanto me lleva.
Luna dile al viento
que disuelva mi dulzura
en la brisa de la mañana,
quiero ser sorda, muda e ingrata,
y no desarraigarme bajo tu luz
en mi almohada.
Dile al viento
que arrastre su recuerdo
donde el amor no alcanza,
allí donde la linde de sus labios
sea lejana,
y no estalle mi boca en llamarada…
Vaya!! Qué maravilloso poema!Este blog es mágico. Con un estilo muy especial. Me encantó. Felicitaciones!!
ResponderEliminarHay cosas para las que necesitamos conjurar a la luna...
ResponderEliminarLa humana voluntad a veces no basta contra la inclemencia del corazón ;)
besos!!!
Me ha encantado este sentido desahogo...
Muy bello este "quejío" versado, que invoca a la luna, que desnuda el querer entre la rabia y el lamento, que clama a los elementos por deshacerse del yugo del dolor.
ResponderEliminarEl dolor es, en este caso, el rastro del amor vivido. Bienvenido sea por haber sido, precisamente, "vivido". Hoy duele... pero mañana será un dulce recuerdo de ese bello sentimiento.
Hermoso tu poema... Un gran abrazo.