Desesperadamente
y muchas veces últimamente,
de forma inútil
me echo a nadar
en un río de lágrimas…
que no me calman
ni todos los tesoros
ni el mejor cuento de hadas
que por fin se haga realidad.
Y se convierten en ríos caudalosos
que se derraman en los océanos de mis ojos,
y ya, no encuentro el cauce de la palabra,
que torpe parlotea entre tanta agua.
Pena que viene,
agua que va
y todo es llorar, llorar llorar,
limpiar los caminos con agua “salá”
y vaciar mi cuerpo
de agua “estancá”…
Eso decía mi abuela
que era una llorona
muy “resalá”,
mi abuelo le decía:
esas lágrimas
son mi chantaje emocional,
no llores vida mía…
Mi abuelo, qué bien sabía
lo que decía,
aunque no lo parecía…
Y eso es verdad,
a mi no me pueden ver llorar,
todo se convierte en lagrimera,
por eso ahora para llorar
solo me acompaño de la soledad,
que es la única,
que me abre las compuertas
para no morir “ahogá”.
Y luego, pasa la riada
y las aguas vuelven a su cauce
hasta la próxima vez,
tendré que poner remedio
que esto no puede ser.
Con lo alegre que yo soy…
¡esto como va a ser¡
Quiero que me bañen las lágrimas
el cuerpo y el alma
porque así luego, ellas,
me regaran la piel y la esperanza...