El silencio de ella, no lo ayudaba, no podía comprender porqué no tomaba vida, no lo hacía perfecto porque le faltaba su palabra, el fulgor de su mirada, era como si a la noche no la siguiera el día...
Pena y confusión sentía el artista, y silencio en el busto de arcilla...
Pero él la conocía, sabía que sus silencios transcurrían meciendo las palabras... y él, una y otra vez mil veces lo intentaba...
Una resignación ya usada, lo llenó de tristeza y volvió al trabajo de la estatua. En una sacudida de ternura, siguió por el busto dándole figura, subió el codo hacías sus ojos y con la tela de la camisa se secó la lágrima que lo besaba...
Seguirán transcurriendo los segundos y el silencio, en el reloj que escondió debajo de la alfombra y el artista, seguirá modelando aquél busto de nácar intentando ofrecerle su vida, aunque muriera él, después en sus brazos ya cálidos de arcilla y le diera ese beso de amor que nunca se olvida y perdura después de la vida...