
El mar acaece entre tus manos
y de pura sal y espuma se abre
como estrella y tus ojos vuelan
como gaviotas por tus cejas,
el viento mueve las velas y estás ahí
esperándome en la niebla.
Eres más que tu silencio y tus poemas,
eres perennemente una sorpresa,
suspiras y golpeas la luz de la tarde
desangrando tu interior,
el sol se esconde llevándose tenue tu dolor
aunque todo duela más que antes,
estás ahí, esperándome.
Es tu corazón el que sostienes entre las manos,
con el mismo aroma, el mismo sabor de antaño
con aquél latir de todos los momentos en los que vivió,
gritando el viento, denuncia los perdidos sueños
guardando la certeza de alguna razón
que pueda guiar la dureza y su manto opresor,
y desde el horizonte sienten un fuerte escalofrío
tu cuerpo y el mío. Ya es imposible, el cielo se ha nublado
y las sendas de nuestros caminos se han borrado.
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Huellas.