
Hoy estoy enferma, bueno hoy no, estoy enferma desde el viernes, he pasado un puente algo complicado, he tenido una recaída en un problema de salud que arrastro hace unos años, no importa que seas fuerte, activa, incansable, luchadora y joven cuando la salud se quiebra en un momento de la vida.
He tenido varias recaídas pero hacía tiempo que estaba bien, el entorno problemático, los reveses, el stress, esta vez me han encontrado frágil y me doblé como una espiga a la que dobla el viento con susurros violentos.
La sensibilidad en las personas no siempre es beneficiosa, corres los riesgos propios de la fragilidad y aunque seas fuerte, el interior es una lámina de cristal que se fisura al menor roce, y esta vez, me pasó, me cogió confiada, alegre y activa como siempre y me dobló el talle, la cintura ágil... como esa mariposa que vuela sobre la mano blanca atentando contra el nervioso pulso de mi alma.
Y esta vez tuve que acudir a la baja laboral a la que tanto temo, porque me sume en la angustia de estar en casa como una sombra sin actividad.
Casi siempre pensamos que somos fuertes y jóvenes para ponerte un escudo y luchar contra los monstruos del pantano, pero que va, no somos nómadas del beso eléctrico y del acordeón del mármol, nos hicieron débiles, frágiles, cuando se fugan los compases, quedamos tierno todo, augurando, temiendo, deseando, prohibiendo, NO pasar, que mi interior está deshecho y llamamos a gritos a la ansiada normalidad, a la rutina y a la anhelada calma cuando nos falta.
Hay días que piensas que nada merece la pena, que las olas no suenan, que la vida se esconde que el mundo con su inquina temática te engulle, entre los adoquines de la acera, pero he ahí, que nos agarramos a las armas del alma, a las más feroces, nos defienden y siempre una luz aunque sea leve, aparece por el horizonte, aunque solo sea un pensamiento también leve.
A veces intento ser viento para rozar mi rostro, y siento su beso fresco rozar mis labios, son las inmensas ganas de las que no me desprendo, para dejar así paso a los sueños.
Y en ocasiones, todos nos sentimos como recién venidos al mundo asustados y descosiendo el disfraz de la fortaleza, y derrumbando piedra a piedra la gran muralla infranqueable del pecho y fabricando una materia para un corazón más fuerte, y aún así seguimos exclamando un “gracias” que desborda los límites de la misma piel, y los filos de las manos construyen azahares perfectos para seguir oliendo la fe.
Mañana estaré mejor, y hasta la próxima, y así transcurre todo mientras buscamos un antídoto para el interior y una medicina para la materia de afuera, como la que me a mi me da el doctor, desde que un crack me quebró la salud aunque no la ilusión. Tengo la vida por delante y todo el paraíso que soñé, apenas sin estrenarlo, aunque quien sabe, no hay nada que podamos retener en nuestras manos.
Qué extraña y estúpida enfermedad esta que asalta mi cuerpo, una emoción fuerte y me rompe el intestino en pedazos, pero nunca las ganas de volver a intentarlo, mientras me quede un halo de aliento que humedezca de vida mis labios.