miércoles, 5 de marzo de 2014
Déjame que te diga
Déjame que te diga que existo,
que ya no entiendo el eco
porque estoy recostada en tu propia memoria
vestida de mujer en tu carne incendiada,
en tu hoguera de agosto solicitando lunas.
Que tu cuerpo es la roca
de mi eterno naufragio,
que tus manos suponen orillas
donde navegan los dedos de mis sueños
hasta llegar al aullido del amor que te grito,
que tu boca es el ático que bebe mi locura
cuando allí entre tus manos
abrevian las horas…
Que mañana sí existe, en cuanto amanecieron
Tus dos brazos desnudos para zunchar la aurora
como la curva limpia de una ola sin agua,
que tus ojos son soplos que acarician mis ojos,
que la ladera alta de tu cuerpo es más hermosa
que aquella amapola última que acaricié en la lluvia.
Que me quiero en tu pecho
ese algodón refugio de hierro interminable,
y en tu pelo revuelto
encanando su colección de olvidos,
en tus ojos mágicos que tantas veces he mirado
y en los que ya me he perdido.
En tus anchos hombros y en tu aroma impaciente…
Déjame que te diga
que no sé si exististe, aunque pueda probarte
que un día yo existiera
en el lugar del aire que tú solo conoces,
clavándome en la nuca alfileres de besos
sobre la orografía de la pared del ansia.
Déjame que te diga
Que no te digo nada
Porque ya enmudezco masticando tu nombre
y que por eso, mi corazón se diluye en el aire
aterido por un siglo de asfixias,
aunque después ocurra que mi voz,
Siga aullando detrás del Universo.
Déjame que te diga… no te lo dije, Todavía.
que ya no entiendo el eco
porque estoy recostada en tu propia memoria
vestida de mujer en tu carne incendiada,
en tu hoguera de agosto solicitando lunas.
Que tu cuerpo es la roca
de mi eterno naufragio,
que tus manos suponen orillas
donde navegan los dedos de mis sueños
hasta llegar al aullido del amor que te grito,
que tu boca es el ático que bebe mi locura
cuando allí entre tus manos
abrevian las horas…
Que mañana sí existe, en cuanto amanecieron
Tus dos brazos desnudos para zunchar la aurora
como la curva limpia de una ola sin agua,
que tus ojos son soplos que acarician mis ojos,
que la ladera alta de tu cuerpo es más hermosa
que aquella amapola última que acaricié en la lluvia.
Que me quiero en tu pecho
ese algodón refugio de hierro interminable,
y en tu pelo revuelto
encanando su colección de olvidos,
en tus ojos mágicos que tantas veces he mirado
y en los que ya me he perdido.
En tus anchos hombros y en tu aroma impaciente…
Déjame que te diga
que no sé si exististe, aunque pueda probarte
que un día yo existiera
en el lugar del aire que tú solo conoces,
clavándome en la nuca alfileres de besos
sobre la orografía de la pared del ansia.
Déjame que te diga
Que no te digo nada
Porque ya enmudezco masticando tu nombre
y que por eso, mi corazón se diluye en el aire
aterido por un siglo de asfixias,
aunque después ocurra que mi voz,
Siga aullando detrás del Universo.
Déjame que te diga… no te lo dije, Todavía.
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Esto es una jauría de bellísimas metáforas. es un mundo de sensibilidad y belleza. no te vayas del blog, siempre me encanta venir a esta tu casa de divinas palabras y echo en falta tus letras, me quito el sombrero poeta,
ResponderEliminarGracias por leerme. :)
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