La poesía siempre es una tarea difícil, y más ahora que nos descargamos los ojos de la neblina académica para visualizar algo nuevo que quizá no se ajuste a la visión particular del hecho poético.
La poesía
nueva, libre, con armonía en su lectura sin tanta rima nos despierta la
capacidad de admiración por lo nuevo.
Ahora es más
cotidiana, de la calle, de lo que nos ocurre, de los seres…de todo lo que nos
rodea.
Un poema se
entrega con la naturalidad de las cosas nuestras y de la tierra.
Un día nace
y otros días se esconde para que después de días y noches de búsqueda la
encontremos.
Como ese
sentimiento
que brilla
en la fuga
y una luz en
zas que lo persigue
o una
mariposa revoloteando alrededor
y descansa
en su vuelo
con un beso
fugaz sobre tus dedos.
y otras veces
es una luna lejana
que se aleja
de tu frente
en el
tránsito de la huida.
Como a veces
me ocurre
Que mis
manos se mecen
En los mares
del silencio
Aletargados de
espera
Hasta que
otro día, otro momento
Salto perdida
entre las olas…
Y la luz
recorre mis sueños,
Se encrespa
entre mis dedos hasta atraparme el alma.
PD. El
camarero del bar donde todos los días salgo del trabajo a desayunar, con tono
de bemoles me dice: me dejas sin servilletas de tanto escribir en ellas, y yo
le digo “eres más pesado que un collar de melones”.
A veces me guarda
la mesa con dos servilleteros llenos…
A ver cuando
me haces a mí un poema. Y al irme le dejo una sonrisa en la mirada y un
cotidiano hasta mañana.